martes, 26 de abril de 2011

EEUU usa otro tono con Siria y no dice nada sobre violación de DDHH

El presidente de Siria, Bashar al Asad , seguramente sabe que en Estados Unidos no tiene muchos amigos y sin embargo, en esta crisis que amenaza su futuro político, casi puede contar con que desde Washington no se propondrán iniciativas audaces para sacarlo del poder.

Al contrario de lo que sucedió hace un mes en Libia, donde los estadounidenses abrieron fuego contra las fuerzas del Muamar Gadafi -para luego dejar las operaciones en manos de los socios europeos-, la Casa Blanca quiere manejar la crisis siria con guantes de seda. Solo este fin de semana murieron más de 100 personas en manos de la policía y el ejército, que según han dicho organismos de Derechos Humanos, se trta de una de las represiones más sangrientas, desde que comenzaron las protestas.

Aunque el gobierno del presidente Barack Obama ha condenado los informes sobre represión violenta de las manifestaciones de la oposición en Siria, prefiere usar otro lenguaje y, por ahora, sólo habla de posibles sanciones económicas.

Serían represalias adicionales porque el gobierno de Asad está bajo sanciones desde hace tiempo, aunque por eso ha reaccionado como Obama habría querido a la política de aproximación que puso en práctica al llegar al poder.

Sanciones graduales

A juzgar por lo dicho este lunes por el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, Washington no busca llegar a los extremos de las medidas adoptadas por el anterior gobierno republicano.

"Estamos buscando otros medios para incrementar la presión sobre el régimen y el gobierno sirio en una manera dirigida"

"Siria ya está bajo significativas sanciones de EEUU pero estamos buscando otros medios para incrementar la presión sobre el régimen y el gobierno sirio en una manera dirigida", dijo Carney con un lenguaje demasiado diplomático para el gusto de quienes quisieran acciones más contundentes contra Assad.

Las nuevas medidas se centrarían en el congelamiento de bienes del presidente sirio y su entorno más cercano, sobre todo aquellos a quienes se les acusa de haber ordenado abusos a los derechos humanos en el control de las manifestaciones.

Desde 2004, la llamada Ley de Responsabilidad Siria prohíbe la exportación de productos que contengan más del 10 por ciento de partes o componentes estadounidenses.

El Banco Comercial de Siria ha sido identificado como parte de un supuesto esquema para el lavado de dinero y financiamiento de grupos extremistas.

Además, una veintena de ciudadanos sirios y organizaciones tienen negado el acceso al sistema financiero estadounidense por su participación en lo que en Washington consideran" participación en la proliferación de armas de destrucción masiva", asociación con Al Caeda o el Taliban, o actividades para "desestabilizar a Irak y el Líbano".

Gesto "para la galería"



Bashir el Asad siente la presión popular que han experimentado colegas de la región.

"Te imaginarás que los funcionarios sirios a estas alturas no deben tener demasiado dinero en EE.UU", dijo a BBC Mundo, Diego Arria, ex diplomático venezolano, quien representó a su país como embajador en Naciones Unidas.

"Estas son sanciones suaves, un poco para la galería, como para dejar constancia ante la comunidad internacional que Washington se preocupa por el tema de los derechos humanos en Siria", apuntó.

Si bien las sanciones "más duras" de George Bush no parecen haber cambiado la posición del presidente Asad, para algunos analistas la política de mano extendida de Obama tampoco ha dado resultado.

En diciembre pasado, Obama aprovechó el receso del Congreso para designar a Robert Ford como embajador en Damasco, una decisión muy criticada por los republicanos porque revierte la política más hostil de su predecesor.

Cuando el pasado 27 de marzo la Secretaría de Estado calificó a Asad como un "reformista", muchos destacaron que el actual presidente heredó el puesto a la muerte de su padre, Affez, y tras 11 años dicen no ver cambios sustanciales en una dinastía que acumula 40 años.

Equilibrio perdido

"El gobierno de Obama se aferra a la esperanza de que el régimen de Asssad pueda ser persuadido de firmar un acuerdo de paz con Israel", explica James Phillips, experto en Medio Oriente del Heritage Foundation, un centro de estudios políticos de tendencia conservadora ubicado en Washington.

"Pero eso es más improbable que nunca porque el acosado régimen dominado por los alauitas (una rama del Islam chiíta) es temeroso de ser acusado por la creciente oposición sunita de traicionar la lucha contra Israel", afirma Phillips, para quien las sanciones deberían ser más profundas y un esfuerzo internacional coordinado por Naciones Unidas.



Aunque el presidente Asad no tiene amigos en Washington puede confiar en que EE.UU. no busca su caída.

Aunque Washington y Damasco no estén de buenas, a nadie en el gobierno estadounidense parece interesarle que caiga el gobierno sirio, por el peligro que para la estabilidad regional podría significar un potencial vacío de poder.

"Occidente conoce muy poco las interioridades de los procesos políticos de las naciones árabes. Siempre se conocen los dirigentes de los gobiernos pero se sabe poco de los líderes de la oposición", asegura Arria.

"El caso de Siria es de una complejidad muy grande, porque están en acción muchos factores, entre ellos el Hizbolah", explicó Arria, en referencia al grupo extremista islámico que está permanentemente enfrentado a Israel y que en 2006 fue la causa de los bombardeos israelíes contra Líbano.

Por eso, más que el futuro del sistema político interno y del grado de libertad del que disfruten los sirios, lo que más preocupa en Washington es la redefinición de los equilibrios en la región que implicaría un cambio de mando en Siria.

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