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jueves, 30 de agosto de 2012

Mitt Romney, un magnate mormón tras la Casa Blanca

Mitt Romney, el primer mormón con altas posibilidades de convertirse en presidente de Estados Unidos, tiene dos ases de lucha en pos de este objetivo: tesón y disciplina, habilidades con las que, primero, sobresalió como misionero de su Iglesia, y que le sirvieron después para amasar una enorme fortuna.

Nacido en Detroit (Michigan) el 12 de marzo de 1947, en el seno de una familia con profundas raíces políticas y religiosas, Willard Mitt Romney fue oficialmente nominado, el sábado, como candidato republicano para disputarle la presidencia a Barack Obama en las elecciones de noviembre próximo.

Además de exponer este carácter fuerte de liderazgo, Romney se presenta al electorado como un hombre de familia y de profunda fe, patriotismo y creencias conservadoras.

De veinteañero recorrió las calles de París para conquistar a los escépticos a finales de la década de 1960. Ya maduro, hizo fortuna como fundador y ejecutivo de la empresa Bain Capital, y tras incursionar en la política, fue gobernador de Massachusetts entre 2003 y 2007.

En su dura lucha al interior de su partido para lograr la candidatura, Romney no escatimó recursos. Eliminó uno a uno a una decena de rivales en las primarias, con el argumento de que sus conquistas empresariales lo acreditan como alguien que puede sacar a Estados U nidos del atolladero económico actual.

Sin embargo, su éxito empresarial también sirvió de munición para sus detractores que lo acusan de haber ganado las elecciones de Massachusetts en 2003 de manera poco transparente, al igual que habría manejado antes Bain Capital.

Pero antes de su etapa de consolidación, este político conservador también afrontó algunas adversidades políticas.

Perdió la contienda por el escaño de Massachusetts ante el Senado en 1994 frente al ahora fallecido senador demócrata Ted Kennedy. También perdió la candidatura presidencial republicana en 2008 frente al senador de Arizona, John McCain. Ahora, el reto es arrebatar la presidencia de la primera potencia mundial a un seguro Barack Obama que, aunque encabeza las encuestas de intención de voto, no tiene holgura suficiente como para estar tranquilo.

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