jueves, 6 de diciembre de 2012

Uruguay y la regulación de la marihuana

Montevideo no conoce la ansiedad. El tráfico de mediodía fluye apacible por sus avenidas soleadas. No hay grandes aglomeraciones, su gente es amistosa y el mate, que se bebe con pausa y se comparte, más que un cliché de la identidad uruguaya, es una omnipresencia.

El viento de principios de primavera parece haberse llevado el caos y el frenesí a Buenos Aires, a Lima o La Paz, mientras en la capital uruguaya el tiempo transcurre de una forma distinta. El centro de ciudad se vacía poco a poco y parece abandonado al final de la tarde. Por las noches y en fines de semana la juventud se reúne en pequeños pubs con mesas y sillas que dan a la calle.

“¡Huele a marihuana!”, dice algún turista despistado que camina con un vaso de cerveza entre la gente en el bar al aire libre. “¿Y? - le contesta otro-, ¿es un delito?”.

Hace tiempo que el solo consumo de marihuana no está penado por la ley uruguaya. “Vas a encontrar gente fumando porros en todas partes, porque no está penado. De hecho, el acceso a la marihuana es muy fácil. Ves gente fumando en las plazas, a la salida de las facultades y está todo bien”, comenta César Bianchi, periodista y escritor uruguayo.

“En Uruguay vos podés fumar porros al lado de un policía y no te va a mirar mal; en algunos casos te puede pedir si le convidás. La Policía tiene otros problemas mucho más graves y, por suerte, se han dado cuenta”, dice Guillermo Garat, periodista y autor del libro Marihuana y otras hierbas, un ensayo en torno a la prohibición, la regulación y el uso de drogas en Uruguay.

Una ley hipócrita

La ley antidrogas que se aprobó en Uruguay en 1975 no penaliza el consumo de la marihuana y aunque, como refiere Garat, durante mucho tiempo se la vio como “algo demoniaco, espantoso, que podía socavar las instituciones sociales y educativas y la familia, tiene hoy una baja percepción de riesgo”.

Fue principalmente en la década de los años 90, cuando el consumo de marihuana se extendió, que la percepción de esta sustancia y de sus riesgos empezó a cambiar. “En los 90, cuando la oferta ya era enorme, se vio que un consumidor de marihuana podía tener su familia, su trabajo, que le podía ir bien y que no tenía que estar asociada necesariamente a problemas de salud”, dice.

Sin embargo, la ley de 1975 sí considera el suministro como un delito. “Pena toda la cadena como pide la Convención de Nueva York y de Ginebra de esa época, pero deja el consumo liberado a la persona”, señala Garat.

“Hoy la ley es hipócrita, porque no está penado el consumo, pero sí está penado el cómo conseguirla y también el autocultivo. Hay un doble discurso, es como decir ‘bueno, si vos consumís no pasa nada, pero si vos le convidás a un amigo que está al lado y te veo, entonces es suministro y vas en cana’”, afirma Bianchi.

Esta contradicción contenida en la ley y otros factores, como el crecimiento de la delincuencia en el país y también la presión de parte de la sociedad civil, hicieron que hace dos años el Legislativo uruguayo empezara a trabajar en un proyecto no de legalización de la marihuana, sino de una regulación del expendio de esta sustancia.

“Uruguay está viviendo una ola progresista y hay cosas que están cambiando en el país. Hay otra conciencia con respecto a la que había hace diez años, eso movilizó a la clase política y cuatro diputados jóvenes de los cuatro partidos de representación parlamentaria se juntaron y elaboraron un proyecto que se presentó a la bancada del Frente Amplio, que es del partido de Gobierno y tiene mayoría parlamentaria”, explica Bianchi.

Actualmente, la marihuana es la cuarta droga de consumo masivo en Uruguay, según Julio Bango, diputado del Frente Amplio, uno de los corredactores de la ley que hoy cuenta con 37 artículos y que fue presentada hace algunas semanas a la Comisión de Adicciones del Parlamento. “Primero son el alcohol, el tabaco y los psicofármacos, después la marihuana y muy por debajo están las drogas duras”, sostiene.

“Lo que para muchos, después de un día de trabajo, de estrés, de pelearse con la mujer o lo que sea, puede ser servirse un whisky o, para otros, tomarse un ‘Plidex’, porque también el índice de consumidores de psicofármacos es altísimo, para otros es la marihuana”, señala César Bianchi.

Para Guillermo Garat, el alcohol, por ejemplo, es un problema de dimensiones mucho mayores que el de la marihuana.

“El consumo de cannabis no presenta un riesgo para la Policía, entre otras cosas, porque el cannabis seda, tranquiliza; no es como la mezcla de la cocaína y el alcohol. Acá en la rambla se mata un montón de gente porque manejan ebrios: ése es un problema mucho más grave. Los accidentes de tránsito son la principal causa de muerte entre la población menor de 25 años. Éste es un país que precisa de gente joven y los está perdiendo en accidentes de tránsito, porque el mercado del alcohol tampoco está regulado. Acá tenés alcohol en todo lado y todo el día; en algunos departamentos, hay un punto de venta de alcohol por cada 46 personas, es mucho”, argumenta.

Prevención y educación

“Lo que se hará a partir de la regulación es construir un mercado y es el Estado el que va a otorgar licencias para la producción del cultivo y también para el expendio y la venta en dispensarios de marihuana. Sólo en ese marco va a ser legal”, explica el diputado Bango, quien puntualiza, además, que de ninguna manera se trata de promocionar el consumo de marihuana.

“Todo lo contrario”, sostiene. Este proyecto de ley está enfocado también a reducir el consumo de marihuana que, como señala este diputado, se ha incrementado muchísimo en los últimos diez años. “El primer objetivo es el de atender una política sanitaria de reducción de daños del consumo abusivo de marihuana”, afirma. Al controlar el expendio, se controla el consumo y se accede a la prevención. Cada consumidor podrá adquirir 40 gramos de marihuana al mes, lo que equivale aproximadamente a un cigarro diario. Guillermo Garat menciona que en los sitios de expendio de cannabis también existirá la posibilidad de consultar a un médico y de informarse con respecto a las consecuencias del consumo de marihuana en la salud.

“No es que va a estar ahí un doctor tomándote la presión mientras vos te fumás un cigarro de marihuana. Pero no todo el mundo puede fumar marihuana y éste va a ser un sitio de educación en la reducción de riesgos. Mucha gente consume drogas y no se conoce y conocerte es muy importante. Cualquier droga te abre otras posibilidades y sos vos el que tiene que saber hasta dónde vas a llegar. Le vas a tener que explicar a tu familia lo que estás haciendo y el doctor le da seguridad a la gente”, dice.

“Fumo a veces, pero nunca he comprado”, es una frase recurrente entre los consumidores ocasionales de marihuana en general, no solamente en Uruguay, sino también en Bolivia. Más allá de lo legal, el acceso a la marihuana y a cualquier otra droga es un asunto mucho más delicado en la esfera de la ética.

“Para comprar marihuana, se la tengo que comprar a un narcotraficante”, apunta Bango. Adquirir marihuana en el mercado negro implica entrar en contacto con la mafia, con una red de distribuidores que comercializan tanto la marihuana como otras drogas; es situarse en el engranaje del crimen organizado e insertarse en una cadena cuyos eslabones más débiles son personas que viven y trabajan en condiciones infrahumanas.

Crimen organizado

“Se alimenta un sistema de explotación agrícola casi feudal que tiene al campesinado paraguayo (la mayor parte de la marihuana de Latinoamérica proviene de Paraguay) trabajando en las peores condiciones; ganan muy poco, todo el tiempo están escapando de la Policía y son los que pueblan las cárceles. En América Latina, una tercera parte de la población carcelaria ha cometido una infracción a las leyes contra la droga del continente. Está la corrupción de la Policía, de las aduanas en Brasil , Paraguay , Uruguay y Argentina. En Uruguay los minoristas que distribuyen la droga son personas de bajos recursos con muy pocas posibilidades de inserción en el mercado legal de trabajo y son los que terminan pagando los platos rotos. En esa casa donde se venden drogas en la periferia montevideana primero cae papá, después cae presa la mamá y el chico más grande es el que sigue con el negocio. Entonces no solamente estás desarmando familias y estás dejando a los chicos cada vez más expuestos, sino que estás generando un círculo vicioso y las cárceles latinoamericanas son todas más o menos parecidas: la persona no sale mejor, la persona sale peor”, afirma Garat.

Otro problema que se hace sentir con fuerza en Uruguay es el consumo de pasta base de cocaína, con todas las consecuencias delincuenciales que ello implica.

“El segundo objetivo del proyecto de ley en cuestión es separar el mercado de la marihuana del resto del mercado negro de las drogas duras, porque eso nos va a permitir que la gente tenga menos probabilidades de contacto con quienes ofrecen esas drogas duras como la cocaína, la pasta base y el éxtasis”, afirma Julio Bango.

Los efectos del “joint”

El proyecto de ley prevé la creación del Instituto Nacional del Cannabis.

Bango señala que el instituto otorgará las licencias. Para esto se ha tomado como modelo la experiencia de California, Estados Unidos, donde el cultivo para el uso medicinal es legal.

“Los volúmenes que tienen ellos son similares a los que podrían ser los nuestros para uso recreativo”, dice y menciona que de esta manera también se garantiza la calidad del producto, que no se comercializará en forma de cigarros, sino en forma natural. La combustión que se genera al encender un cigarro ocasiona problemas respiratorios.

“No soy un especialista”, contesta Guillermo Garat, cuando le pregunto por los efectos de la marihuana en el organismo. “Depende de la persona; si estás embarazada, no es aconsejable fumar; si eres hombre y tienes planes de tener un hijo, es preferible que durante seis meses no fumes; si sos diabético, tenés que hablar con tu médico porque la marihuana es hipoglucémica; si tenés transtornos psiquiátricos olvídalo, a menos que un psiquiatra te acompañe. En lo que se refiere a la ansiedad, en algunas terapias contra la adicción a la cocaína recomiendan fumar marihuana antes de llamar al ‘dealer’ para que traiga la coca; primero fumate un porro y pensá lo que estás haciendo. No es la solución mágica, pero en ciertos momentos algunos médicos dicen que puede ayudar, pero los médicos tienen las manos atadas porque no la pueden recomendar así nomas”.

¿Fumas marihuana?, pregunto. “¿Te parece importante?”, dice primero; “sí, fumo”, contesta después. “Fumo con amigos algún fin de semana o cuando tengo tantas cosas en la cabeza que digo ‘ya está’, me fumo dos pitadas y salgo a caminar al parque para desenchufarme, pero no es algo que necesite. No compro marihuana, porque no quiero contribuir a esa cadena de tráfico espantosa que genera tanta tristeza, miseria, injusticia y corrupción”, afirma.

“Algunas personas ‘pro legalización’ que entrevisté me dijeron que no fuman en sus momentos de estudio y de mayor concentración; para algunos es un ritual, a otros los relaja. No te voy a decir que nunca fumé, te hace reír, te relaja”, dice César Bianchi.

¿No existe la posibilidad de que con la regulación el mercado negro se reinvente a sí mismo para seguir operando?, pregunto a Julio Bango.

“Puede ser, pero el mercado negro ya está ahí. Lo que tenemos hoy es lo que ha fracasado en todo el mundo. El paradigma prohibicionista, que se instaló hace casi 60 años, de guerra contra las drogas, lo único que ha hecho es aumentar el narcotráfico, generar economías en negro y aumentar exponencialmente el consumo de drogas. Ha aumentado la violencia social del narcotráfico, han aumentado las muertes, como en el caso de los 60.000 muertos en el último año en México . Sabemos que por ahí no va y hay que probar una alternativa”, asegura.


Actualmente, la marihuana es la cuarta droga de consumo masivo en Uruguay, según Julio Bango, diputado del Frente Amplio, uno de los corredactores de la ley.

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