miércoles, 17 de abril de 2013

Último adiós a la exprimera ministra Margaret Thatcher

Más de 2.300 invitados rindieron un último homenaje este miércoles a la ex primera ministra Margaret Thatcher, figura tan ineludible como controvertida de la historia moderna británica, en un funeral suntuoso en la catedral londinense de San Pablo.

El féretro de la ex primera ministra, envuelto en una bandera nacional británica, llegó sobre una cureña tirada por seis caballos hasta la puerta del imponente templo anglicano, donde ocho militares de cuerpos asociados con la guerra de las Malvinas en 1982 lo entraron a hombros.

La procesión fue seguida por decenas de miles de personas en las calles del centro de la capital, entre ellas una minoría de manifestantes anti-Thatcher.

Ajenos a la procesión, dentro de la catedral esperaban la reina Isabel II, el gobierno británico en pleno y representantes de 70 países, todos ellos vestidos de luto riguroso.

El obispo de Londres, Richard Chartres, se refirió en su sermón a la polémica en torno al legado de la única primera ministra que ha tenido el Reino Unido, que transformó y dividió con la misma vehemencia al país.

"La tormenta de opiniones opuestas se centra en la señora Thatcher que se convirtió en una figura simbólica, incluso en un ismo", dijo en referencia a la palabra thatcherismo.

"El parlamento tuvo un debate franco la semana pasada, pero aquí y ahora no es el momento ni el lugar", agregó.

La Dama de Hierro pasó su última noche en el parlamento, del que fue miembro durante más de medio siglo desde 1959 hasta su muerte, el 8 de abril a los 87 años de edad como consecuencia de un accidente cardiovascular.

Mientras los primeros invitados se instalaban en el templo, el féretro era llevado en coche fúnebre del palacio de Westminster a la iglesia de San Clemente.

Allí fue colocado en la cureña para el último tramo de la procesión, entre dos hileras militares, saludadas con aplausos, aunque también hubo abucheos e insultos.

Los primeros militares se habían apostado temprano a lo largo de casi dos kilómetros en las calles de Londres, en medio de un dispositivo de seguridad formado por 4.000 policías.

El coste del funeral, evaluado por la prensa en hasta 10 millones de libras (15,3 millones de dólares, 11,7 millones de euros), fue uno de los temas que generó más polémica entre los detractores de Thatcher, cuando los británicos están sometidos a un duro plan de ajuste.

Pero el primer ministro conservador David Cameron, heredero político de Thatcher, volvió a defender como "apropiado y correcto" este funeral ceremonial con honores militares que tuvo toda la pompa y el boato de un funeral de Estado, como el de Winston Churchill en 1965.

"Es un tributo adecuado a una gran primera ministra respetada en todo el mundo", agregó.

La reina Isabel II, que no suele asistir a los funerales de sus primeros ministros, hizo la segunda excepción en medio siglo por la mujer cuyo legado sigue creando polémica más de dos décadas después de haber sido forzada a abandonar el cargo.

Junto a ella hubo también representantes de 170 países, incluidos 11 jefes de gobierno y 17 ministros de Relaciones Exteriores.

Argentina, que mantiene una relación tensa con el Reino Unido por el tema de la soberanía de las Malvinas, declinó la invitación.

Tampoco hicieron el viaje por diversos motivos los expresidentes de Estados Unidos, invitados en nombre de la "relación especial" que mantienen ambas naciones y que Thatcher profundizó con su alianza con Ronald Reagan para ayudar a derrotar el comunismo en los últimos años de la Guerra Fría.

La prensa criticó el bajo perfil de la delegación enviada por el actual mandatario Barak Obama, compuesta por dos exsecretarios de Estado de la era Thatcher, James Baker y George Schultz.

Por expreso deseo de la difunta, inquilina de Downing Street durante 11 años de 1979 a 1990, más de 700 miembros de los tres ejércitos de las fuerzas armadas británicas participaron en este funeral.

La mayoría eran de regimientos que lucharon en la corta pero sangrienta guerra de las Malvinas, que forjó su reputación de Dama de Hierro y salvó su carrera política al asegurarle la primera reelección.

En el archipiélago, donde Thatcher es venerada casi como una santa, este miércoles es día de luto oficial y está prevista una misa en su memoria en Stanley, la capital que algunos han propuesto rebautizar "Port Margaret".

La policía, que revisó su dispositivo tras los atentados del lunes en Boston, no registró ningún incidente importante, a pesar de que varios grupos habían anunciado que iban a protestar por sus políticas de privatizaciones contra el estado del bienestar, que dejaron a muchos británicos sin trabajo ni recursos.

En los últimos años, Thatcher no era más que una sombra de lo que fue, y vivía apartada de las actividades públicas debido a una demencia senil y a una serie de apoplejías que le dificultaron el habla.

Tras el funeral, la Dama de Hierro tenía que ser incinerada en una ceremonia privada y sus cenizas enterradas junto a su esposo, Denis, fallecido en 2003 tras 50 años de matrimonio, en los jardines del Royal Hospital Chelsea de Londres.

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