domingo, 23 de febrero de 2014

Alejandro Grimson: “Los bolivianos crecieron, pero aún enfrentan muros virtuales”

Alejandro Grimson es uno de los mayores expertos en migraciones, y en particular, del fenómeno de los migrantes bolivianos en Argentina. Así habló con EL DEBER sobre cómo están nuestros compatriotas en tierras argentinas y qué desafíos tienen los migrantes hoy en la sociedad de la globalización.

¿Quiénes son los migrantes internacionales hoy en medio de esta arrolladora sociedad de la globalización, a la luz de la última crisis del sistema capitalista?

Migración hubo en toda la historia de la humanidad y no conocemos ningún momento de la historia del homo sapiens en el que no haya habido procesos de desplazamiento de un territorio hacia otro. Lo que no siempre hubo son los estados nacionales modernos. Argentina, Bolivia, son estados nacionales con aproximadamente 200 años de historia. Y si uno mira en los estados nacionales de Europa tienen poco más o poco menos, hay algunos estados que son más jóvenes como tales que los latinoamericanos.

Estamos hablando de un fenómeno más o menos reciente que define que esa persona que se desplaza territorialmente es un migrante internacional.

A partir de 1948, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos que establece los derechos de todos los seres humanos, pero no establece que la migración sea un derecho humano. Ud. tiene derecho a entrar a su país, pero Ud. no tiene derecho a entrar a otro país. Sin embargo, la migración es una actividad cotidiana, masiva y pacífica que los seres humanos desarrollan en el planeta. En realidad, es la única actividad pacífica y masiva que no es un derecho.

¿Por qué hay migraciones entonces?

No hay migraciones porque hay pobreza, sino porque hay desigualdad social. Si hubiera una pobreza idéntica en todos los territorios la gente se quedaría en su lugar, porque nadie se quiere ir de su espacio originario, salvo en situaciones trágicas, de guerra o de expulsión. Pero una persona, si va a tener que morir de pobreza en su casa o en el extranjero, siempre va a preferir quedarse en su lugar. Las migraciones se producen por la desigualdad. Entonces, la desigualdad entre los países es lo que explica el fenómeno migratorio en términos generales y puede adquirir diversas formas. A veces en un país hay democracia y en otro una dictadura, y la gente se mueve hacia donde hay más libertad.

Si uno analiza lo que ha venido sucediendo en los últimos años, percibe que hay intelectuales y funcionarios de Gobiernos que dicen que estamos en la época de las migraciones, y esto no es así. Migraciones hubo siempre y lo que es nuevo es que hay migraciones desde las ex colonias europeas hacia los países centrales.

Paradójicamente, muchos bolivianos regresan de Europa por la crisis económica, pero no lo hacen a Bolivia, sino a Chile y Brasil, donde sí encuentran trabajo para rearticular sus vidas. ¿Esto es así?

Bolivia fue diversificando históricamente los destinos de su migración. Hace varias décadas era difícil encontrar bolivianos en Brasil, por ejemplo.

En ese sentido, se fueron multiplicando distintos destinos y, en el caso argentino, claramente, hubo un progreso económico y material de los inmigrantes bolivianos. Eso no significa necesariamente que la sociedad argentina en su variante europeísta, con ese imaginario blanco, acepte un trato igualitario con los inmigrantes bolivianos.

En el caso argentino, hay una cierta paradoja, donde los inmigrantes bolivianos han conseguido ascender económicamente – no todos, por supuesto, no es una situación homogénea -, pero en términos generales muchos tienen trabajo y han progresado, pero eso no les permite ser tratados como iguales por los argentinos que siguen dentro de esta mentalidad europeísta.

Entonces, hay una cierta separación – que a mí me produce mucho dolor – entre el mundo boliviano y otros mundos. Todavía hay muros virtuales, imaginarios y racistas entre los bolivianos y argentinos por esta visión europeísta.

En este contexto, ¿cómo se han modificado o no las estrategias de supervivencia e integración social de los inmigrantes bolivianos en Argentina?

Es lo que se llama la escalera boliviana. Los bolivianos son valorados positivamente por su capacidad productiva en el mundo de la confección textil y en la horticultura. Hoy encontramos que, en las ciudades importantes de Argentina, siempre hay algunos bolivianos que trabajan en los cordones frutihortícolas de las periferias urbanas.

Eso contribuyó al aumento de la producción y al descenso en los precios de esos productos. Muchos bolivianos que provienen de las zonas occidentales de Bolivia, donde la tierra no es altamente productiva, se encuentran con una tierra muy fértil en la pampa húmeda argentina. Con una gran intensidad de trabajo, los bolivianos logran hacer progresos importantes. En el mundo de las confecciones textiles, lo mismo, y terminan comprando máquinas y forman empresas domiciliarias.

En muchos casos logran el arrendamiento de parcelas de tierra, en muy pocos casos la compran. Además, algunos de estos bolivianos van ascendiendo en los niveles de estudio y llegan a la Universidad donde se gradúan como profesionales.

¿Las políticas de regularización y amnistía en Argentina, en qué medida han sido efectivas para realmente incluir a los bolivianos en términos de sus derechos civiles y políticos?

Dos regulaciones fueron fundamentales. La nueva ley de migraciones de 2004, que prevé que todas las personas tengan o no documentos son seres humanos y, por lo tanto, tienen acceso a la salud pública y a la educación pública sin distinción ni restricciones. Argentina aparece, por ello, como una cierta excepción en el panorama internacional.

Es una ley de migraciones que se asienta en un paradigma de derechos humanos. El segundo punto fue el plan Patria Grande, de legalización y entrega de documentación a varias decenas de miles de inmigrantes de distintos países.

¿Con eso alcanza? Yo creo que todavía no. Hemos resuelto problemas realmente graves. Antes, un niño de un padre que no tenía papeles tenía muchos problemas para lograr la escolarización. Eso tiende a resolverse con las nuevas leyes y políticas. O el acceso a la salud pública. Eso mejoró bastante. Romper estas fronteras virtuales es un trabajo de largo plazo que todavía no rindió frutos y no se realizó con la suficiente potencia.

Bolivia ha ingresado a un acelerado proceso electoral y el voto migrante se ha transformado en uno de los factores políticos más novedosos. ¿Cómo ve la política del Gobierno del presidente Evo Morales sobre este punto y qué impresión le merece la campaña que se ha iniciado para conquistar el voto migrante en Argentina?

Hay una pregunta que trasciende mucho a Bolivia y es si aquellos que han emigrado de su propio país deben mantener o no sus derechos ciudadanos y, específicamente, sus derechos políticos.

Yo creo que así debe ser y en ese sentido apuntan varias constituciones de varios países, reconocen el derecho a voto de las personas que han emigrado. Hay distintas posiciones y visiones al respecto, pero en todo caso se cumple o no con esas constituciones. Después, lo que hagan los distintos partidos políticos es otra historia.

En Argentina hay una cierta historia al respecto porque aquí hay campaña de los españoles, los italianos, los uruguayos y los paraguayos. Entonces, la campaña política boliviana es otra campaña más. Cada uno de los partidos, sin embargo, se relaciona con los inmigrantes de distinta manera.

¿Los casos de discriminación y racismo contra los bolivianos se han frenado con estas regulaciones?

Las regulaciones han sido útiles y muy importantes. Hay un caso muy conocido de un robo seguido de homicidio donde el ladrón insultó por la nacionalidad a la persona boliviana ante de asesinarla y hay testigos de eso.

Ese elemento fue considerado por el juez como un agravante de la pena. Eso produce un efecto en la sociedad, porque quiere decir que los jueces comienzan a tomar medidas en ese sentido. A mi juicio, sin embargo, son cambios muy lentos y muy contradictorios porque puede haber brotes de xenofobia en contextos normativos positivos.

No estamos viviendo eso en este momento, pero podría darse, como en cualquier país del mundo.

Si hubiera un momento el desempleo en Argentina, se podría dar un incremento de la xenofobia. Lo que no sabemos es cuánto se redujo la xenofobia en Argentina por esta regulación y por estas políticas favorables a los inmigrantes o cuánto por la baja en el desempleo.

Los picos de xenofobia en Argentina coincidían con las tasas de desempleo altas similares a las que tiene España hoy.

Qué pasaría en un país con estas normativas positivas, pero donde aumente el desempleo. Esperemos que no suceda, pero no sabemos qué puede pasar en ese escenario. Por supuesto que, en el medio, ocurrieron muchas cosas, como el compromiso de los bolivianos con su trabajo que es reconocido cada vez más por los argentinos.

¿Qué más habría que hacer para romper estos muros virtuales?

Argentina tiene un desafío muy claro: potenciar en el plano educativo, cultural y comunicacional una gran cantidad de acciones que puedan apuntar a la raíz de su imaginario europeísta. Si se lograra esto, ahí podríamos estar más tranquilos en sentido de que si cambia una situación económica, la mirada hacia el otro va a ser una mirada diferente de la que se instituyó durante tantas décadas de pensamiento europeísta y blanco.

Si Argentina se reconoce a sí misma como un país mucho más mestizo y latinoamericano que el que cree que entonces lograremos un avance real. Argentina es un país mucho más heterogéneo de que los argentinos creen. Si se logra aprender eso, necesariamente van a mirar distinto hacia América Latina y hacia Bolivia en particular

Perfil

Alejandro Grimson

Profesión: Sociólogo

Cargo: Investigador

Migración De Bolivianos

Es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Realizó estudios de comunicación en la Universidad de Buenos Aires, y desde entonces ha investigado procesos migratorios, identidades e interculturalidad. Su primer libro, Relatos de la diferencia y la igualdad: los bolivianos en Buenos Aires, ganó el premio FELALACS a la mejor tesis en comunicación de América Latina. Actualmente es investigador del CONICET y decano del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín.

“A los europeos se los trata bien”

¿Las políticas que apuntan a frenar los flujos migratorios parecen regresar con más fuerza en Europa y Estados Unidos?

Hace muchos años que los países occidentales intentan restringir las migraciones. El muro entre Estados Unidos y México, es un ejemplo, con regulaciones crecientes, con persecución y personas que no tienen papeles. La situación se ha agravado últimamente. Lampedusa (la isla en el sur de Italia) es otro ejemplo.

Una novedad en los últimos años ha sido la inmigración a la inversa: europeos que vienen a los países de la región en busca de trabajo. ¿Cómo ve ese proceso?

Es así, pero la diferencia es que nuestros países, en general, que tienen una historia de haber recibido bien a los inmigrantes, continúan hoy recibiendo con los brazos abiertos a los migrantes europeos. Cuando los españoles quieren venir a América Latina, siempre se los recibe bien. Pero cuando los argentinos, los bolivianos o los ecuatorianos van para allá, en algunos momentos se los ha recibido muy bien como en la época de las dictaduras militares, pero en los últimos años hubo muchos problemas con la migración.

Las direcciones de las migraciones son múltiples, no solamente de sur a norte. Eso se explica porque en nuestros países no llega a haber ni un tercio de la desocupación que hay en España.

Entonces, hay desigualdades que están provocadas por el país más rico en detrimento del más pobre, pero también hay desigualdades que se provocan en los países centrales que obligan a sus ciudadanos a tener que migrar.

El discurso oficial trata a los migrantes como un problema vinculado a lo legal…

La pregunta que se hacen los países más ricos es si van a tratar a los migrantes que no tienen documentos como seres humanos o no. Y se los considera ‘ilegales’, carentes de derechos, por lo que no tienen acceso a la salud pública ni a la educación

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