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domingo, 20 de julio de 2014

Bolivianos movilizan el comercio central en Salta

En un recorrido realizado por las principales calles de la ciudad de Salta, en el norte argentino, resalta el mercado popular más grande de la provincia: San Miguel. El lugar alberga a diferentes sectores comerciales dedicados a la venta de comida, vestimenta, carnes, artesanías, frutas y verduras.

Entre los comerciantes se halla una importante cantidad de residentes bolivianos que con el acento cambiado y acostumbrados a vivir en una tierra que según cuentan los cobijó sin discriminación por años, aún preservan su raíces culturales, sin desmerecer la tierra salteña que los resguardó y resguarda.

Son muchos los argentinos que al pasar por el sector de las artesanías se quedan maravillados por la mercadería que se ofrece. Un grupo de tres salteños para en el puesto de artesanías de María Dolores Alcócer porque vieron unos tenis de aguayo que cautivó su mirada. Se compran dos pares, uno de color guindo y el otro negro.

Entretanto, una pareja de esposos que acabó de llegar de Villazón camina con sus bolsas y una libreta de anotes ofreciendo a las tiendas de artesanía chulos, medias y chompas artesanales que son fabricados en Perú. Todo se vende rápidamente.

Más al fondo se ubica el sector de los verduleros, quienes en su mayoría son bolivianos que pudieron establecer su negocio allí y con el paso del tiempo lograron tener una vida estable, con familias consolidadas.

Los residentes bolivianos se consideran salteños y también bolivianos, pero no planean retornar a Bolivia. Están establecidos en negocios de verdulería, artesanías y productos naturales provenientes del país. Según datos de la Intendencia en Salta, el 80 por ciento de los migrantes bolivianos se dedica al comercio.

Geográficamente Salta se encuentra en el norte argentino, colinda con la parte sud de Bolivia. Tiene una población de 1.200.000 habitantes, de los que 80 mil son bolivianos que viven esencialmente de la venta de productos, la agricultura, industria u otras actividades de servicio. Por lo general sus viviendas están ubicadas en la zona norte y sud de la ciudad.

En cuanto a su participación social en la provincia, el intendente de Salta, equivalente al cargo de alcalde en el país, Miguel Isa, indicó que existe una dirección del Extranjero que permite el contacto con distintos sectores y comunidades de Bolivia que habitan en Salta.

“Ellos participan de las elecciones municipales. Tenemos una muy buena relación”, aseveró Isa, a tiempo de indicar que los residentes bolivianos tienen los mismos derechos y ahora se pretende que tengan las mismas obligaciones.

El Intendente calificó a los bolivianos como personas muy trabajadoras que viviendo en Salta formaron sus familias, por lo que tienen hijos de nacionalidad argentina. “Hubo una migración en otro años, en tiempos difíciles en Bolivia, ahora no porque Bolivia está teniendo un crecimiento importante y eso evita la migración”, expresó.

Para el director de la Sociedad de San Pablo de Salta, Felipe Medina, los bolivianos en Salta son solidarios porque se ayudan entre ellos. María dice que si el boliviano que llegó a Salta sabe trabajar, se acomoda. Recuerda a sus paisanos como personas que “siempre han querido salir adelante”.



Historias de residentes bolivianos en Salta

DEDICADA A LA VENTA DE ARTESANÍAS

María Dolores Alcócer Chacón

Hace 52 años vivía en Quillacollo donde sus papás tenían una casa en la calle Cochabamba y General Camacho. Llegó a la ciudad de Salta a sus 13 años porque sus dos hermanos mayores vivían allí y porque su papá decidió irse del país indicando que “la Argentina es linda”.

“En Quillacollo mi papá era herrero y mi mamá chichera”, comentó, a tiempo de aclarar que vivió en casa de sus hermanas en Argentina, después se independizó y salió a trabajar porque su mamá era ama de casa.

Dolores relató que una vez llegaron a Quillacollo para quedarse, pero al no encontrar trabajo decidieron retornar a Salta y vender, a precio de regalo, su casa para comprar otra en la ciudad salteña.

“No nos quejamos, siempre hemos vivido un poquito mejor acá, siempre hay mucha atención a la gente aquí. En Bolivia, por ejemplo, si no tenés plata no tenés atención médica, no tenés nada, ninguna cobertura, aquí es diferente”, indicó.

Dolores se dedicó al comercio en Salta, comenzó vendiendo verduras en la calle, luego en el mercado San Miguel, pero porque con el tiempo su fuerza no era la misma, ahora se dedica a la venta de artesanías.



LA COCA, UNA HOJA QUE LE GENERA INGRESOS

Julia Mendoza Murillo

Radica hace 57 años en Salta. Se casó a los 20 años, cuando su marido decidió irse a esta provincia Argentina porque “no había plata ni trabajo”.

“Yo he trabajado de lo que sea”, comentó Julia, natural de Sucre. Primero vendía verduras, luego se compró un lote y se dedicó a viajar trayendo mercadería de Salta a Villazón, La Paz, Potosí y Oruro. “Cuando en Bolivia no conocían el chicle, se vendía como pan caliente y me pagaban más”, relató.

Después, contó que llevaba zapatos y deportivos por docena de Tucumán al país, y de Bolivia vendió plata blanca por kilos en Tucumán. “Así hice plata y empecé a dedicarme al negocio de vender mercadería de Bolivia aquí: cereales, coca, mates, remedios caseros, chuño, maíz, papa, fruta seca”, explicó.

Hace 56 años tiene un puesto en el mercado popular San Miguel en Salta. En un inicio indicó que trajo coca al por mayor de contrabando de La Quiaca cuando estaban los militares. El negocio que más le rinde es la venta de coca, que llega de La Paz o Chapare aún por contrabando. La coca se vende en 210 a 240 pesos el kilo, “se usa para coquear como un pasatiempo que da fuerza y valor”.



VENDEDOR DE FRUTAS Y VERDURAS

Remy Cayola

Vivió hasta sus 19 años en Arani. Ahora lleva cuatro años trabajando como verdulero en Salta en un puesto ubicado en la calle Entre Ríos y Almirante Ramos en la zona central. Remy contó que allá vivía con sus padres y logró salir del colegio antes de decidir irse a Salta porque tenía sus parientes allá.

“Yo trabajaba en una empresa de construcción en Bolivia, pero sólo me abastecía para mi alimentación. Cobraba y no ahorraba nada, aquí ahora ahorro”, aseveró Remy, quien tiene su esposa boliviana y dos hijos, de ocho y tres años, argentinos.

Todos los días Remy debe despertar a las 5:00 para comprar la verdura y abrir su negocio a las 8:30 para cerrarlo a las 16:00. Mucha gente acude a su verdulería porque es uno de los pocos que vende fruta y verdura fresca.

El residente boliviano indicó que usualmente existe un grupo de bolivianos que se reúne los domingos organizando torneos de fútbol en los que participa. Indicó que sólo llega a su tierra por vacaciones de un mes para visitar a sus familiares. No piensa retornar, debido a que tiene su vida hecha en Salta y porque su negocio le permite ganar hasta tres veces más que cuando trabajaba como albañil en el país.

DESDE VILLAZÓN
Intensa venta de artesanías

Flora Rodríguez y su esposo constituyen un ejemplo de grupos de bolivianos oriundos de Villazón (Potosí), principalmente, que llegan al mercado popular de San Miguel en Salta para ofrecer artesanías al por mayor a las vendedoras del sector.

“Nosotros venimos de Bolivia, desde Villazón en la frontera entre Argentina y Potosí, venimos a vender artesanías, todo lo que venden aquí”, explicó Flora, interrumpida por su marido que indicó que un paquete de 10 medias lo venden en 250 pesos.

Según explicaron, ellos llegan a vender una vez a la semana al mercado popular, usualmente, pero eso depende de los pedidos que realicen las vendedoras de artesanías que cuentan con más de 20 puestos en San Miguel.

“Lo más demandado es el pulóver, camperas, medias, chulos por la temporada de invierno y por veranos es otra cosa”, afirmó Flora.

Los esposos aclararon que los productos que traen desde Villazón son fabricados en Perú, pero que lo venden en Salta a buen precio. Sin embargo, lamentaron que muchas veces se hacen quitar la mercadería porque todo lo que ingresa al mercado es de contrabando.

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