lunes, 8 de septiembre de 2014

Líos sociales incuban otro estallido en villa boliviana en Córdoba

Río Cuarto parece una taza de leche. Nada pasó. Las Delicias es el barrio de la rivera norte del caudal tranquilo que da nombre a la ciudad, esa villa de bolivianos, algunos paraguayos, peruanos, incluso senegaleses, y, por supuesto, argentinos. De azul camuflado, con arma de asalto en el brazo, un agente de la tropa de élite de la Policía cordobesa ronda pensativo por el callejón donde hace una semana asesinaron a Alexis Rodríguez, riocuartense de 28 años.

Es una ciudad de Argentina, pero parece Potosí. Unas señoras de niños en brazos hablan aimara, Luis Mamanillo, albañil potosino, fatigado, revoca una pared del puesto policial nuevo, mientras Félix Gutiérrez, el alteño que preside a los bolivianos de Río Cuarto debate con el párroco Carlos Costales, cordobés amigo de los migrantes.

—¿Esto tuvo que ver con la riña de los vecinos del sector de arriba y el de abajo?

—Cuando murió José Alexis (Rodríguez), la gente se enojó mucho con nosotros. Y no se entendía, pero cuando vinieron los ataques a las casas, empezaron a decirnos: “¡Fuera de acá, bolivianos asesinos! Nos quitan la guita (plata) y el dispensario (centro de salud básica) y ahora matan”. ¡Ah, bueno! Entonces entendí de qué se trataba.

Así, Gutiérrez revela de primera mano qué hubo detrás de la violencia xenofóbica de algunos vecinos argentinos en contra de la comunidad boliviana.

Los líos sociales de fondo que apuntan a competencia por el empleo, el acceso a la vivienda y a servicios públicos de calidad, en una barriada de ciudad cordobesa intermedia, de no más de 160.000 habitantes, pero con infraestructura, organización y transporte que al cruceño en Bolivia, quizás le gustaría tener.

Datos y testimonios

No, en realidad Río Cuarto ya no es una taza de leche. Parece, pero ya no es. Tras la muerte de Rodríguez, un joven argentino de villa pobre, al que acusaban de hostil con los bolivianos de Las Delicias, tras los insultos, ataques y saqueos a las casas de sus vecinos migrantes, ha quedado en el aire el lío social.

“Los bolivianos progresan porque trabajan cinco semanas al mes, ‘hermosean’ el barrio con sus casitas, hacen plata y eso, sin sentido, molesta”, opina el padre Costales.

“La violencia late y se explica por causas estructurales y activas aún: vulnerabilidad, pobreza, droga. Algunos políticos dicen: ‘No hay trabajo porque vienen de afuera a quitárnoslo’. Y eso acarrea violencia”, critica el investigador César Quiroga.

“Funcionarios y sindicatos les echaban la culpa a los inmigrantes, con campañas de xenofobia”, dice Alejandro Grimson, académico argentino.

Otros datos golpean la vista desde el quiosco de periódicos: “Hay 148.000 viviendas deshabitadas en Córdoba”, titula el diario La Voz del Interior.

“Las cárceles están llenas de jóvenes de baja escolaridad”, dice El Puntal de Río Cuarto.

Por eso, a nombre de los bolivianos atacados, Gutiérrez dice que pidió a las autoridades medidas de impacto para ampliar el acceso al servicio de los dispensarios, infraestructura para el barrio e iluminación. Él sabe que la calma es temporal y que si no hay cambios, este barrio de migrantes estallará de nuevo.

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