domingo, 25 de enero de 2015

Alasita.Ba: La capital argentina también celebra al Ekeko



El sol está en su punto al mediodía bonaerense. Hace 32 grados y el sudor resbala por las mejillas y el pecho de Ariel Arancibia que, arropado como exige el clima a los pies de los Andes bolivianos, está aprendiendo a convivir con las costumbres argentinas. Es fin de enero y el orureño de 30 años, diminuto y moreno, camina por las sendas de ladrillo molido del parque Avellaneda en la ciudad de Gardel y Maradona. Busca la sombra del enorme Palo Borracho, un árbol nativo con la particularidad de tener un tronco con forma de tonel. Y también busca esa feria de lo diminuto que cada año, desde la década de los 90, se realiza en algunas zonas de Buenos Aires y su conurbano. “Quiero un DNI (Documento Nacional de Identidad). He llegado hace poco para trabajar y no tengo mis papeles en orden”.

A poco más de 2.000 kilómetros de allí, Gabriel Sevilla camina lerdo entre la masa que acudió a la temprana inauguración de una de las festividades más celebradas por la comunidad paceña. Ha llovido, ha salido el sol y ha vuelto a llover. Pero ello no es impedimento para Gabriel ni para los miles de caminantes en búsqueda de sus sueños en el paisaje intacto del Parque Urbano Central (PUC) de La Paz. Este muchacho de 26 años rastrea dos cosas que son de vida o muerte para él. Un título de ingeniero de sistemas, carrera que persiguió de manera impecable en los últimos años, y un pasaporte. “Primero quiero titularme y después me quiero ir, voy a extrañar pero aquí me he dado cuenta de que no hay trabajo suficiente”.

¿Cuál es el cordel de unión, más allá de la búsqueda de documentos ilusorios, de estos dos hombres con ánimos de sana prosperidad? El credo que mueve cimientos, la fe que parte montañas. Alasita. Como dice el cantautor Manuel Monroy Chazarreta, el Papirri, ellos no necesitan de una Isla de la Fantasía.

Para eso tienen esta feria donde pueden soñar en convertir eso que parece imposible en una franca realidad. Y, como miles de devotos de lo imaginario, acuden fervorosos a su peregrina celebración. Sea donde se encuentren.

Diminutos

El nombre de Alasita tiene diferentes significados, en aymara el más conocido es el reflexivo “comprame”. Las versiones sobre el origen geográfico de la festividad son diversas, pero coinciden en que se dio en la región andina de nuestro país, algunos autores sostienen que fue en Tiwanaku, otros en los pueblos kallawayas y también hay los que afirman que en Chuquiago Marka (ciudad de La Paz). Sobre esta última, una versión señala que estaba formada por comunidades y ayllus, y que la Alasita habría nacido en la actual zona de Santa Bárbara.

En Leyendas de mi Tierra, del escritor Antonio Díaz Villamil, se narra la historia de amor entre dos campesinos, Isidro Choquewanca y Paula Tintaya, quienes terminan en lados opuestos durante el cerco liderado por el indígena Túpac Katari a la urbe de fines del siglo XVIII, el cual impedía el ingreso de comestibles. Isidro, de manera secreta, llevaba alimentos a Paula, los que eran compartidos con su patrona Josefa Úrsula de Rojas Foronda, esposa del gobernador intendente de la ciudad, José Sebastián de Segurola. Las provisiones eran guardadas en un cuarto en el que se encontraba un Ekeko y en agradecimiento a que la población finalmente se salvó del asedio, Sebastián de Segurola ordenó celebrar una fiesta anual en honor a la pequeña deidad en 1781. Su principal característica sería el comercio de objetos en miniatura.

“El Ekeko, aunque de origen pagano, no representaba a un absurdo dios indígena, como actualmente se trata de insistir, sino al verdadero hombre del pueblo paceño: pequeño, retaco, blancón y con bigotes. Este Ekeko personificaba, asimismo, el espíritu del paceño colonial, un hombre alegre, lleno de confianza en que la madre de Dios le concedería el cumplimiento de sus anhelos”, explica el investigador Ramiro Prudencio Lizón.

Desde entonces, la masiva exposición ha recorrido por la plaza Murillo, la plaza de San Pedro, la plaza San Francisco, el paseo de El Prado, la Terminal de Buses y la avenida Tejada Sorzano, hasta asentarse en el ex Parque de los Monos o Parque Urbano en los últimos años. En dicha feria y en la puerta de las principales iglesias de La Paz se encuentra casi todo. Casas, autos, terrenos, dinero, certificados de matrimonio, papeles de divorcio, títulos universitarios, libretas de notas de diferentes niveles escolares, bebés, etc.

La muestra también conserva una serie de rituales. Uno de ellos tiene que ver con el intercambio de gallos y gallinas, que representan a la pareja que se desea. La mujer que quiera tener pareja puede comprarse un gallo, aunque es mejor que alguna amiga se lo obsequie, y del mismo modo ocurre con los hombres, a quienes se suele regalar gallinas.

La celebración que en 2013 recibió, de parte de la Unesco, la declaratoria de Memoria Regional del Mundo por sus “periodiquitos”, se realizaba solo en la ciudad de La Paz, pero a finales del siglo XX ha comenzado a celebrarse en otras metrópolis como El Alto, Oruro, Cochabamba y Santa Cruz. Y los connacionales la han llevado más lejos aún, pues actualmente se la celebra en Argentina con similar devoción.

A inicios de 1996, el barrio industrial de Pompeya, en la capital argentina, empezó a vivir un ajetreo inusual con la instalación de pequeños puestos en un local que también hacía de discoteca, el Kory Megadisco. A los bolivianos residentes en ese barrio se les había ocurrido dar vida a una feria muy curiosa para los ojos porteños. Una exhibición y venta de productos en miniatura. Gracioso y pintoresco. Y entre aquellas entusiastas connacionales se encontraba María Elena Condori Quispe, quien vive desde hace 28 años con su familia en Argentina y es una de las fundadoras de la Alasita en territorio austral.

“La iniciativa de continuar con las costumbres y tradiciones de la fiesta del Ekeko fue idea del fallecido comunicador social Fernando Zalles, que tuvo que convencer a Ricardo Banjay, que era dueño y director de Kory Megadisco, para que la Alasita se haga en el salón bailable”, recuerda esta paceña que, apenas enterada de la organización del evento, quiso participar aunque un infortunio, la pérdida de su madre, finalmente le impidió ser parte de la fiesta y se vio obligada a guardar las alcancías que había fabricado.

Llegó 1997 y María empezó a vender sus artesanías, se hizo conocida por sus “terrenitos, casitas”, y fue así como se convirtió en la primera fabricante que supo plasmar los sueños e ilusiones en yeso de los migrantes bolivianos en aquella ciudad de más de 14 millones de habitantes.

Como muchos emprendimientos de la comunidad boliviana que trabaja temáticas culturales y artesanales, “Artesanías María Elena” es su negocio familiar que funciona en su casa de Ciudadela, el popularmente barrio conocido como “Fuerte Apache”, de donde saliera la estrella del fútbol mundial Carlos Tévez.

“Yo heredé el oficio de artesana de mi familia, que lo practica desde la época de mis tatarabuelos. Quienes más influyeron en mi formación fueron mis abuelos paternos, mi abuela por ejemplo fue vendedora de la feria de la Alasita que se hacía en la plaza San Pedro en 1940. Y mi papá Juan Pablo Condori es uno de los pocos antiguos que está quedando en la Alasita de La Paz, él obtuvo varios premios como el Ekeko de Oro”, cuenta María.

Como una inexplicable simbiosis entre culturas, la representación del toro es la más demandada, ya que en el área rural argentina, el toro significa abundancia y buena cosecha, “es tener fuerza y valentía y eso es lo que se valora en Buenos Aires, es lo que necesita el migrante boliviano”, dice la artesana.

Con el paso del tiempo, la Alasita se ha ido extendiendo hacia otras zonas de la ciudad y del conurbano bonaerense. En la actualidad se la realiza en el barrio de Liniers, Villa Celina, Bajo Flores, Barrio Cildañez, parque Avellaneda, parque Indoamericano, parque de Mataderos y parque Roca, de la Capital Federal, y en provincias como Escóbar y Gregorio de la Ferrere. Solo en esta última, la Alasita se asienta en los barrios San Alberto y Juan Domingo Perón, y en la sede de Fradebol (entidad deportiva).

La feria también empezó a ganar reconocimiento en aquella ciudad de mayoritaria migración europea, al punto que en 2009 el Ministerio de Cultura auspició una investigación denominada La feria de la Alasita de parque Avellaneda, ciudad de Buenos Aires, y sus vinculaciones con la tradición andina de miniaturas, que fue finalmente publicada en Buenos Aires Boliviana. Migración, construcciones identitarias y memoria, también bajo patrocinio del mismo ministerio. “La presencia de Alasita en el espacio público busca ligar no tanto con la identidad nacional como con la identidad étnica (quechua-aymara). Este posicionamiento forma parte del proceso de visibilización de los pueblos originarios que se viene desarrollando desde hace unas décadas, que remite no solo a una cuestión exhibitiva, sino también a una serie de reclamos, estrategias y discursos orales y visuales para generar una disrupción en los valores consolidados”, explica Carina Circosta, magíster en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSM). “Nada más adecuado en esta cruel era del shopping que una tradición antiquísima basada en gastar dinero para ilusionarse con un futuro mejor”, añade la investigadora argentina. “Los inmigrantes cruzan las fronteras llevando un capital cultural; hay muchas formas de migrar como las redes de parentesco, eso hace que se reproduzca la comunidad en otros espacios”, señala por su lado el sociólogo boliviano Eduardo Schatzwberg.

La Alasita en Argentina va incorporando nuevos elementos como el del toro. A él se suman representaciones de acuerdo con el contexto en que se desarrolla la festividad. Talleres textiles, documentos de radicatoria, papeletas de habilitación del Gobierno de la ciudad, billetes argentinos, hombrecitos de yeso con los colores de los equipos de fútbol de Boca Juniors y de River Plate, son algunos de los atractivos de la feria andina que convoca cada vez más a ciudadanos argentinos, que curiosos acuden al evento y terminan adoptando a una de sus miniaturas.

Para la actual versión de la Alasita en suelo “gaucho”, el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires hizo circular la siguiente convocatoria: “SE VIENE BUENOS AIRES CELEBRA LA FIESTA DE LA ALASITA

El sábado 24 de enero te esperamos desde las 11 h. en el parque Indoamericano para compartir el primer Buenos Aires Celebra de 2015.

Festejaremos junto a la colectividad boliviana en honor al Ekeko (dios de la abundancia) compartiendo así las artesanías y tradiciones ancestrales de este país hermano.

Buenos Aires Celebra la Fiesta de la Alasita cumple su 10º año y de la mano de la Asociación de Artesanos y Artistas estaremos compartiendo juntos esta fiesta de la diversidad y la cultura de la ciudad.

Te esperamos!”Sueños “La Alasita no es como la de Bolivia, todavía no hay plantitas ni tampoco se vende api con buñuelos, imaginate, en pleno verano es imposible”, dice María.

Por su lado, Ariel ya encontró sus documentos que le darán legalidad y de paso compró un “tallercito” textil, por ahora su primer trabajo aunque clandestino. Gabriel también encontró su título, el pasaporte y sumó una “maletita” a sus adquisiciones. ¿Dónde irá? Dice que a Argentina. Tras la realización de sus sueños.






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