viernes, 8 de mayo de 2015

Tarijeños lideran abastecimiento de hortalizas a la capital de Argentina



Llegar al campo en los alrededores de La Plata es como trasladarse imaginariamente hacia la campiña tarijeña, sobre todo por la gente que habla con ese tono cantadito tan característico del chapaco, los niños corriendo cerca de las casas, perros que abundan y cuidan las propiedades, animales de granja, y hasta un típico horno de barro al lado de la casa, hace sentir que se está en Tarija.

En el partido de la Plata se tienen alrededor de 11 mil hectáreas productivas, propiedad de 5 mil personas y con más de 20 mil trabajadores del agro, la producción frutihortícola se concentra en las zonas de Arana, Los Olmos, Hornos, Abasto, Etcheverry, Romero, Colonia Urquiza y El Peligro, y se calcula que anualmente los quinteros locales producen unas 77 mil toneladas de diversas hortalizas.
El cónsul general del Estado Plurinacional de Bolivia en la República Argentina, Ramiro Tapia, señala que de acuerdo a estudios de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), las hortalizas que se consumen en la Argentina son cosechadas por generosas manos bolivianas.
“Es decir que ayudamos al desarrollo de este gran país con nuestro trabajo, dando alimentación permanente y de muy buena calidad, y eso es valorado”, resalta orgulloso la autoridad consular.
Los productores afirman que esta es la mejor zona para la producción de hortalizas, por las condiciones climatológicas más estables, buena provisión de agua y cercanía con los más de 50 mercados mayoristas que abastecen la ciudad de Buenos Aires y alrededores.
Desde el Club Tarija señalan que gracias al avance de nuevas tecnologías, hoy se tiene una producción intensiva con el sistema de riego por goteo, invernaderos y mejoramiento de suelos, y uso de semillas híbridas principalmente en la producción de tomates de diferentes variedades.
Para llegar a esta zona productora nos contactamos con Rosario López, un residente tarijeño que hace más de 30 años vive en el cono urbano bonaerense junto su esposa e hijos que nacieron en la Argentina, y el tiene un familiar que es dueño de una quinta y trabaja en el rubro de la agricultura en los alrededores de La Plata.
El viaje lo realizamos desde el partido de La Matanza en su vagoneta, junto a su esposa y uno de sus hijos, quienes nos cuentan sobre este familiar que tuvo una vida muy dura en el campo y tuvo que trabajar desde pequeño y emigro aún muy joven; una tradición migratoria muy común en el departamento de Tarija y que se debe a varias características económicas, sociales y culturales de acuerdo al libro “Historia, ambiente y sociedad en Tarija”, escrito por Stephan Beck, Narel Paniagua y David Preston.
Luego de alrededor de dos horas de viaje, nos acercamos a la quinta, entramos por un camino secundario, fuera de la ruta nacional 36 y desviamos por una calle de tierra, donde se observa gran cantidad de invernaderos de flores. Luego de avanzar unos 500 metros, llegamos a la propiedad de Omar Gutiérrez.
Es primero de mayo, y a pesar del feriado nacional, el trabajo en el campo no para, Omar nos ve llegar, nos saluda con la mano y continúa en sus labores, junto a su esposa y un hijo de crianza, quien es su mano derecha en el trabajo de campo.
Los visitantes se acercan y luego de un saludo afectuoso se disponen a ayudarles en la cosecha de rúcula, un vegetal poco conocido en Bolivia, pero muy solicitado en la Argentina para la preparación de ensaladas, pizzas y otros platos.
La mujer de Omar comenta que deben tener listas 40 docenas de atados de rúcula, y otras tantas cajas de lechuga manteca y morrones que tienen que recoger de la otra quinta que también es propiedad de Omar.
La propiedad tiene aproximadamente dos hectáreas, y está llena de cultivos de diferentes vegetales donde destacan la rúcula, lechuga de diversas variedades, cebolla de verdeo, tomate, tomate cherry, morrones, repollos, perejil y berenjena, entre otros.
A diferencia de las parcelas productivas que se ven en el valle Central de Tarija, cada terreno tiene instalado su sistema de riego por goteo, y una gran mayoría de los cultivos están dentro de invernaderos que permiten producir la tierra en las épocas más frías. El agua no falta y es obtenida de pozos de 15 metros de profundidad, y extraída por bombeo.
Sebastián, también tarijeño es uno de las seis trabajadores que ayudan a Omar en la producción de su quinta y señala que el trabajo es duro y es todos los días, solo descansa los sábados, pero que busca seguir trabajando ahí porque tiene que mantener a su familia y ahorrar para después mejorar su economía y seguir creciendo.
“Antes llegaban mucho paisanos a trabajar, ahora son menos y si ven que la ganancia no les conviene se vuelven a Bolivia donde la situación está más estable, principalmente los jóvenes, lo que hacen familia como yo se quedan a trabajar, y si se trabaja duro se puede progresar en el rubro”, afirma con un timbre bajo de voz.
Cuando llegan los más jóvenes a conocer el trabajo del campo, o llegan junto a otros familiares, aprenden el oficio, y reciben un sueldo mensual, después de eso pueden trabajar como porcentajeros, recibiendo un 35 % de las ganancias, y si tienen un mayor capital como medianeros, pero en ese caso comparten todos los gastos de producción con los propietarios, el siguiente paso es alquilar el terreno, y luego cuando tienen el capital suficiente se convierten en dueños.
El camino para ser propietario de una quinta y convertirse en un pequeño empresario agrícola es largo y muchas veces depende de suerte y más en momentos de crisis económica o donde los desastres naturales puedan causar grandes pérdidas y se tenga que empezar otra vez, señala con tono optimista Omar Gutiérrez.
“Llegué a la Argentina a la provincia de Córdoba el año 1988 cuando tenía 13 años, primero yo pensé que era lindo, pero no, porque cuando uno llega viene a sufrir con el laburo sin descanso, pero como nos fue bien junto a mi hermano mayor, tras tres años de trabajo fuimos y buscamos mis padres y mis ocho hermanos”, relata con nostalgia.
Omar agrega que luego de que el propietario de la parcela dejó de producir, migraron a Mar de Plata, donde trabajaron varios años en la quinta de un italiano, ahí conoció a la que hoy es su esposa, y por las mejores condiciones de producción y cercanías con los centros de abasto migraron hacia la ciudad de La Plata.
Hace ocho años que Omar es propietario de la quinta donde vive con su esposa e hijos que le ayudan en el duro trabajo de campo, recientemente compró otra propiedad en una zona cercana donde viven sus padres y trabajan tres de sus hermanos y además alquila otro terreno para la producción de más hortalizas, teniendo en total cinco hectáreas en producción.
La propiedad de la familia Gutiérrez se encuentra cercana a la zona conocida como El Peligro, donde se destaca la producción de flores por migrantes japoneses, pero las quinta de migrantes bolivianos están concentradas en zonas un poco más alejadas como la zona de Olmos. El costo de una hectárea, dependiendo de la ubicación del terreno, oscila entre los 20 y 30 mil dólares. Se debe mencionar que ese precio es solo por la tierra, pero sin nada, cuando el terreno está equipado para la producción agrícola el precio se incrementa al doble o triple.
La esposa de Omar señala que para tener mayores ganancias, la comercialización la realizan ellos, sin intermediarios, y su marido se levanta muy temprano, a las 04.00 de la mañana para trasladarse al mercado mayorista Rafael Calzada, distante a una hora de su propiedad, y si bien la venta de verduras es un negocio rentable depende mucho de cómo se muevan porque los precios no son estables y varían de acuerdo a la oferta y demanda, por eso tienen que estar todos los días en su puesto de venta.
La inseguridad también es un problema que afecta a los dueños de quintas, pues existen bandas de cuatreros que operan a altas horas de la noche, y roban novillos y vacas lecheras, Omar señala que en dos ocasiones les robaron y envenenaron a los perros que cuidaban la propiedad, estos ataques se realizan principalmente en invierno, cuando la familia viaja de vacaciones a Tarija y hay pocos trabajadores en la quinta.
A pesar de que el trabajo no para en la quinta de la familia Gutiérrez, es jornada de celebración por el día del trabajador, y los hermanos, primos y padres de Omar comienzan a llegar con sus hijos y esposas; es uno de los pocos días en que se puede hacer una pausa en el trabajo y reunir a la mayoría de la familia.
En la mesa abunda la papa, el mote y el choclo, además de la llajua para acompañar un delicioso chancho cocinado en horno de barro, con un sabor igual al que se disfruta en Tarija, todos son muy tímidos ante nuestra presencia pero se los nota alegres de compartir ese momento en familia, mientras los niños corretean por el patio.
Para la sobremesa, la dueña de casa pone a hervir agua y saca un poro para preparar mate y compartir con los invitados, nos despedimos de la numerosa familia, que nos saluda de forma muy amable e invita a volver pronto.

La Frase: “Antes llegaban mucho paisanos a trabajar ahora son menos y si ven que la ganancia no les conviene se vuelven a Bolivia donde la situación está más estable, principalmente los jóvenes, lo que hacen familia como yo se quedan a trabajar, y si se trabaja duro se puede progresar en el rubro”.
Sebastián, Trabajador tarijeño.

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