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lunes, 20 de julio de 2015

Bolivianos, rescatados de talleres clandestinos



Víctimas de trata de personas recuperan un trabajo digno en Argentina con sus cooperativas textiles, apostando a conquistar a diseñadores dispuestos a jugar limpio, en un sector ligado al trabajo esclavo de indocumentados bolivianos.

Ariel García llegó en diciembre de 2014 a Buenos Aires desde Bolivia y enseguida le “tiraron por el piso la ilusión”, dijo a la AFP el joven de 22 años reclutado durante varios meses en un taller clandestino.

“Es lo peor que me pasó”, rememora García, que escapó en mayo del lugar donde fue víctima de trabajo forzoso, como muchos de sus compatriotas.

Una vez en libertad denunció a los dueños y hoy trabaja cosiendo en la cooperativa textil Mundo Alameda, una alternativa que se multiplica, de la mano de compañeros de infortunio y activistas.

En Buenos Aires se estima que los llamados “talleres del sudor” se sirven de unos 30.000 obreros costureros en al menos 3.000 espacios de confección clandestinos, precisó Tamara Rosenberg, una de las promotoras de la Fundación Alameda.

En una de las capitales latinoamericanas que marca tendencia en moda, activistas laborales afirman que más del 80% de la ropa que se exhibe en los centros comerciales proviene de estos talleres.

Cada tanto se enciende la alarma social por incidentes mortales ocurridos en estas casas con fachadas de abandono, que tienen como rehenes a hombres, mujeres y niños obligados a coser a cambio de comida y un pago muy por debajo del salario mínimo oficial (500 dólares mensuales).

Avisos. Ariel García encontró su mala suerte a través de un aviso en un periódico boliviano donde se buscaba “un ayudante de costurero para Argentina”.

Dos días más tarde tomaba un autobús para hacer los 2.635 kilómetros entre Cochabamba y Buenos Aires, donde por poco más de 250 dólares al mes debía trabajar un promedio de 13 horas, seis días a la semana, en un clima de miedo entre desconocidos.

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