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lunes, 16 de noviembre de 2015

Más de 21 mercados en Buenos Aires, en manos de bolivianos



Ya entrada la noche, el ruido de cientos de motores de camiones y el girar de las ruedas de los pequeños carritos de metal se apoderan del lugar. Varios vehículos llenan el estacionamiento, pues cientos de personas bajan de ellos portando cajas y mostrando en éstas un carnaval de colores.

Ají, repollo, zanahoria, pimentón y papaliza son las primeras hortalizas que se ven a la distancia, en un lugar que se ha convertido en propiedad de los bolivianos. Se trata de la zona de Liniers, Buenos Aires. Ahí más de 200 bolivianos comercializan los productos que les da la tierra y que con mucho trabajo han logrado.
Mario, “casero” de los vendedores, cuenta que éste antes era un oficio principalmente realizado por inmigrantes italianos y portugueses, empero se convirtió en la especialidad de la comunidad boliviana, que llegó a apoderarse de toda la cadena: desde la producción hasta la comercialización mayorista y minorista.
Tatiana, de 26 años, va todos los meses a la Iglesia de San Cayetano y, de paso, compra tomillo, romero y estragón en el mercado de Liniers porque dice que hay más variedad y es mucho más barato.

Más de 21 mercados
Pero esta actividad se repite todos los días desde hace décadas, no sólo en Liniers sino en los mercados de las diferentes localidades que forman parte del cinturón verde de Buenos Aires. En total son más de 21 centros de abasto en manos de bolivianos.
Los principales mercados mayoristas, más allá del Mercado Central, están en Quilmes, Almirante Brown, Tres de Febrero, Beccar-San Isidro, San Fernando, Berazategui, San Martín, Avellaneda, Valentín Alsina-Lanús, Haedo-Morón, La Plata, Florencio Varela, Moreno, Pilar, Escobar, Luján y Pablo Podestá y Lomas del Mirador, en La Matanza.
Los bolivianos fueron ganando estos espacios debido a que al principio, como quinteros, no conseguían buenos precios en la puerta de la quinta, por ello comenzaron a llevar sus productos a mercados, donde establecieron sus puestos.
“El movimiento en estos centros de abasto empieza desde muy temprano, aproximadamente a las dos de la madrugada”, así relata Félix, quien junto a su esposa tiene su verdulería en la zona de Parque Patricios. Cada día asisten con su pequeño camión a los mercados de La Matanza y Central para abastecerse de frutas y verduras frescas para sus compradores.
Mientras la mujer recorre los diferentes puestos y elige precios y calidad del producto, Félix busca un lugar para estacionar. Después contrata a un peón que le lleve las cajas hasta el camión y aún de noche parten con la mercadería rumbo a la verdulería.

Las verdulerías,
una nueva alternativa
Luego del cultivo realizado por familias bolivianas y además de coparvarios mercados;en las verdulerías las mujeres de Bolivia encontraron una alternativa económica para su manutención en un negocio rentable pero muy sacrificado. Hoy en día las verdulerías han salido de los mercados y se han expandido por toda la ciudad.
Según un artículo publicado por Diego Palacios, investigador del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), “más del 80% de la producción de verduras está trabajada por manos bolivianas o por sus descendientes argentinos, quienes comenzaron como peones y medieros, y algunos ya son propietarios, puesteros de mercados y dueños de verdulerías”.
De esta manera, ahora los bolivianos tomaron la batuta en la comercialización mayorista y minorista de estos productos, y así como los chinos son dueños de los supermercados de barrio, los bolivianos hacen lo propio con las verdulerías.
A diferencia de lo que sucede en Bolivia, donde la oferta de frutas, verduras, hortalizas y productos frescos se limita a los típicos mercados mayoristas, minoristas, ferias y algunos supermercados, en Buenos Aires las verdulerías son parte del paisaje urbano y las hay de todos los tamaños.
Unas poseen mayor oferta de verduras, otras tienen mayor cantidad de frutas, como también las típicas bandejas listas para cocinar y algunos otros complementos, como aceites, huevos, agua y refrescos envasados.
A pesar de que la mayoría de los supermercados tienen una sección de verdulería, los compradores prefieren comprar sus verduras, frutas y hortalizas en las verdulerías bolivianas. Según un sondeo realizado por El País eN, esto se debe a tres razones: primero a la frescura del producto, segundo a la mejor conservación y tercero a los mejores precios.

“La verdulería de
la Sonrisa”
En la zona de Caballito encontramos una verdulería pequeña, similar a muchas otras que se hallan en la capital argentina. Su propietaria es Betty Olivera, más conocida como la “Verdulera de la sonrisa”, esto se debe a su amabilidad, ya que siempre alegre brinda un trato cordial a los clientes, lo cual le ayudó a ganar más compradores.
Este valor agregado es tan notorio que cuando ella no está atendiendo, algunos de sus clientes esperan o vuelven para ser atendidos por Betty, quien con una sonrisa concede sus pedidos.
Ella cuenta a El País eN que vino desde Quillacollo- Cochabamba hace 25 años, cuando tenía sólo 17. “Llegué una vacación acompañando a mi hermana, pero nunca más me fui. Al principio vivía con unos tíos, luego alquilamos un cuarto y empezamos a trabajar en diferentes rubros, comenzando por una fábrica de hilos, donde no nos pedían los documentos de identidad, después trabajamos en un taller de costura, y luego cada una consiguió pareja”, relata.
Agrega que la primera vez que llegó la pasó muy mal, pues asegura que hay que hacer mucho sacrificio para adaptarse, por lo que ahora cuando se enterade que llegan paisanos, trata de darles una mano. “Hay otras personas que explotan a sus mismos compatriotas y eso no se hace porque en la vida todo se paga” enfatiza Betty.
Revela que hace diez años empezó con la verdulería, luego de separarse de su primer esposo. Así con un hijo pequeño inició sola en el negocio siguiendo los pasos de su hermana, quien ya tenía una verdulería en la zona de Villa Urquiza. “Me costó mucho empezar”, admite.
Pasó el tiempo y el negocio no crecía, debido a que no había tanto movimiento en ese lugar. Fue así que tras vencer sus miedos, con el apoyo de su nueva pareja y con otra hija pequeña, se trasladó a la zona de Caballito.
A los meses estuvo a punto de cerrar la verdulería porque tenía problemas para habilitarla, “es una de las cosas que más cuesta, dado que en el centro controlan mucho más que en el sur de la ciudad, donde hay gran cantidad de verdulerías de bolivianos, incluso sin licencia”, asegura.
Sin embargo, con el paso del tiempo, todo se estabilizó y ahora Betty observa día a día como crecesu clientela. Hoy puede decir que su negocio está encaminando; empero el trabajo implica largas jornadas de labor.
Así, Betty y su esposo iniciansu oficio a las dos de la madrugada haciendo las compras para dos días, luego se trasladan en su camioneta a la verdulería. A las siete de la mañana abren el negocio y atienden hasta las nueve y media de la noche.
Por las tardes un joven abogado, también boliviano, les ayuda a acomodar las verduras y las ventas. Y Como un servicio complementario realizan envíos a domicilio sin costo adicional para los clientes de las cuadras aledañas.
Los días de mayor movimiento son los lunes y martes.Sin embargo, a diario, se aprecia a Betty y a su esposo armando docenas, acomodando las verduras, quitando las hojas secas, lavando, preparando bandejas con verduras listas para cocinar, y al final del día haciendo rendición de caja y presupuesto.
El domingo es el único día que pueden tomarse un respiro y dormir hasta más tarde, pues no tienen que ir al mercado y abren la “Verdulería de la Sonrisa” pasada las ocho de la mañana y la cierran a las tres de la tarde.



Más del 80% son productores de origen tarijeño

Con el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología agropecuaria (INTA) y programas como Pro Huerta diferentes organizaciones de productores del cordón hortícola platense se capacitan en producción ecológica y participan en diferentes ferias de promoción de sus productos.Ellos venden directamente a los consumidores, mostrando las alternativas para una producción que utiliza pocos o ningún agroquímico.
Los problemas de producción son muchos, tienen que ver con costos de semillas e insumos, acceso a la tecnología, propiedad del alquiler de la tierra, precios en el mercado, acceso a servicios básicos, fenómenos climáticos y otros que dificultan el trabajo diario.
En el partido de La Plata existen unas 15 organizaciones de productores familiares con más de 100 integrantes cada una. Un 80 por ciento de éstos son migrantes tarijeños y también hay personas oriundas de las provincias del norte argentino como Salta, Jujuy o Catamarca.
Una de estas organizaciones es la Asociación de Productores Familiares Guadalquivir, misma que funciona desde el año 2010 y viene trabajando con algunos apoyos que les brinda el Estado.
Lidia Fernández dirigente de esta organización de productores, explica a El País eN que para mejorar las condiciones de producción tuvieron algunos apoyos que consistían en micro créditos con el Banquito Rural, la creación de la personería jurídica, los trámites impositivos y administrativos, y luego se fueron articulando pequeños programas provenientes de las diferentes instancias de gobierno como “Manos a la obra” o “Pro Huerta”.
También contaron con el apoyo Técnico de INTA y de pequeños subsidios dados desde la Dirección Nacional de Emergencias. Añade que, junto a una mesa regional del sector, se consiguieron 15 tractores para los horticultores de Berazategui y Florencio Varela.
“Participamos en muchos eventos, donde somos invitados por el Estado. Estuvimos en la Casa Rosada para la inauguración del monumento a Juana Azurduy, ahora esperamos que a través de los acercamientos con Evo Morales se puedan articular más políticas para el sector.La mayor cantidad de productores son de Bolivia y es momento de que se valorice su trabajo de sol a sol, su sacrificio y puedan acceder a un pedazo de tierra”, concluye.



Costos para poner una verdulería

Habilitación
Son muchas las garantías que se necesitan como inscripción al mono tributo, garante personal y otras condiciones que exige el gobierno de Buenos Aires. Se requiere también un monto superior a los 6.000 pesos argentinos. Por esta razón muchas verdulerías se instalan en el sur de la ciudad, donde los controles son menores y los verdulerosnegocian con los inspectores.

Alquiler y transporte
Los costos de alquiler del local para poner una verdulería son variables, éstos inician en 5.000 pesos argentinos, cuando se trata de un lugar pequeño en una zona no céntrica. A partir de esto se incrementan. También están los gastos de transporte para las compras diarias, si es que no se tiene una camioneta propia para trasladar la mercadería desde el mercado mayorista a la verdulería.

Fondo de comercio
Cuando se monta una verdulería, generalmente se lo hace en el local donde ya funcionaba otra, por lo que el anterior dueño vende lo que se conoce como Fondo de Comercio. Éste incluye los estantes y otros implementos del negocio; sin embargo el precio fuera de los costos de los muebles, está relacionado con la ubicación y la clientela, por lo que éste varía entre 60 y 150 mil pesos.

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