domingo, 7 de febrero de 2016

La Salada, una gran feria textil impulsada por bolivianos



La Feria de La Salada es un conjunto de predios y puestos ambulantes de cerca 20 hectáreas que antes eran balnearios populares ubicados a la orilla de un riachuelo en el municipio de Lomas, junto a la ciudad de Buenos Aires. La feria, que constituye una gran mercado informal de precios baratos y marcas falsificadas, está liderada por ciudadanos bolivianos que controlan dos de los tres predios principales y que fueron además los impulsores de la feria en los años 80.
El 95 por ciento de la mercadería que se vende en la feria es indumentaria, ropa y calzados que se fabrican en Argentina, y las imitaciones de marcas internacionales como Nike, Adidas o Reebook, entre otras, aunque, como señala el administrador del predio Urkupiña, las imitaciones han disminuido en los últimos años y se van imponiendo las marcas propias.
Enrique Antequera, administrador del predio Urkupiña de La Salada, explica que con las grandes marcas hubo muchos conflictos por la venta de réplicas empero las copias se han redudido en los ultimos años, al menos dentro de los predios techados de Ocean, Urkupiña y Punta Mogotes, no así en las ferias que están a la ribera del riachuelo donde manda la informalidad.
De acuerdo a lo que señala un feriante, muchas veces tenían que pagar coimas para que no les decomisen la mercadería pero ahora tienen marcas propias que salieron de los feriantes de La Salada y fueron creciendo, como es el caso de Scombro o Prestigie entre otras, que son muy requeridas por los compradores por su buena calidad y precio.
En el día la feria esta vacía y son solo pequeñas estructuras metálicas que esperan la llegada de los feriantes . Los productos están guardados en depósitos cercanos y desde la noche del día anterior a la feria la comienzan a mover con la ayuda de cientos de chanagarines (peones), que con carros acoplados se mueven a gran velocidad entre la feria y la calle llevando y trayendo bultos por 70 pesos por viaje.
El administrador del predio Urkupiña señala que el movimiento económico por día de feria en los tres predios feriales de Urkupiña, Ocean y Punta Mogotes, mueven aproximadamente 3 millones de dólares por noche. Calcula que entre los tres predios y los vendedores de la calle en los alrededores se tiene cerca de 18 mil comerciantes cada noche lo que genera ingresos de forma directa e indirecta para cerca de un millón de familias, entre changarines, proveedores, transportistas y otros. No obstante, cada predio funciona de forma independiente y en lo único que coordinan son los días de venta y los horarios de atención.
La feria funciona tres veces por semana a la madrugada de los días martes, jueves y domingo, desde las 12 de la noche hasta las 8 de la mañana. El motivo es que a la noche existe un mejor mercado yen coordinación con los horarios de los buses de media y larga distancia y además no competir con otras zona de venta como las de Flores y Once, explica el administrado.
“La feria es muy grande y cuando empezamos no nos dimos cuenta de lo que estábamos creando. Fuimos creciendo en todos sentidos junto con la feria y hemos aprendido en el camino, a pesar de que nos equivocamos también, pero con los golpes que uno recibe se afianza y somos un gran sostén de la economía de la clases media y baja porque si cerras esto, la gente no se puede vestir”, destaca.
El horario de atención, puntaliza Antequera, es solamente estratégico y no ocultan nada puesto que, según asegura el administrador, a diferencia de años anteriores que trabajaban ilegalmente, hoy son agentes de retención y tributación ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) y los entes nacionales y provinciales, que supone unos ingresos públicos en concepto de impuestos de más de 50 millones de pesos al año.
Esto es real y se evidencia en los predios principales donde los feriantes emiten facturas por las compras realizadas, existe seguridad privada y mejores condiciones de venta, mientras que los alrededores a cielo abierto, la informalidad es grande y se vende de todo, desde ropa hasta electrodomésticos y mucha comida callejera.
“No podemos facturar si el feriante no está con sus pagos de impuestos al día, nosotros pasamos el informe a AFIP y desde allí hacen el control para que todo funcione de manera regularizada”, dice.
Muchos de los socios de la cooperativa subalquilan los puestos de venta, y los precios oscilan entre los 6 mil y 8 mil pesos por mes, habiendo puestos grandes y chicos de 2x2 metros y 4x2 metros.
La mercadería que se comercializa en La Salada es provista por pequeños fabricantes y muchos talleres textiles no habilitados, de acuerdo a datos de la fundación La Alameda que denuncia el trabajo esclavo y la explotación laboral en la que estarían involucrados más de 30 mil talleres no regularizados que proveen a la feria.
El problema de la regularización de los talleres, subraya el administrador, tiene que ver con la idiosincrasia de los bolivianos aunque tambien radica en la falta de control de las autoridades pertinentes ya que “si no los controla nadie, no va pagar impuestos, habilitar ni hacer nada”. Sin embargo, incide que se debería habilitar a los trabajadores ilegales para que esten ordenados y cuenten con cableado adecuado, matafuegos y la documentacion debidamente reglamentada, como se hizo anteriomente con los principales predios de la feria.
“En un error cerrar los talleres porque es industria nacional y movimiento económico para el país, lo que hay que hacer es ordenarlos y darles un plazo para que se puedan regularizar. Sí en un año no se regularizan, entonces ahí sí, llévate las maquinas y todo pero dales la posibilidad primero”, opina.
Los feriantes tienen muchos compradores cada madrugada de feria y a pesar de que no quieren hablar mucho, porque están ocupados ofreciendo o vendiendo su mercadería, afirman que la ganancia esta en vender al por mayor.
“El negocio está en vender por cantidad, en la cantidad ves la diferencia, en mi puesto vendo entre 15 mil y 40 mil pesos por día, pero en el rubro de los calzados mueven mayor monto de dinero por día”, afirma Juan Mamaní, uno de los pocos feriantes que accedió a hablar con El País eN.
Los compradores que se acercan hasta esta feria son miles y de muchas procedencias y condición social que llegan unos con curiosidad y a pasear, otros a hacer grandes compras e incluso los hay que llegan en visitas guiadas que salen del Uruguay o del interior de Argentina de ex profeso a la feria.
El lugar tiene una mezcla de gran movimiento comercial mezclado con la pobreza de los alrededores, la comida callejera y una latente inseguridad, pero los visitantes se mueven como hormigas por medio de los pasillos. Algunos compran cuarta docena o media, otros escogen minuciosamente la mercadería y llevan grandes cantidades en carros que son movilizados por los changarines que llevan y traen la mercadería hacia las camionetas o buses de larga distancia que se visibilizan en el estacionamiento de la feria.

La feria La Salada inició en la calle en los años ochenta

Enrique Antequera señala que todo empezó por una necesidad económica a mediados de los años 80, cuando comenzaron a masificar los talleres de costura de los bolivianos que vivían en Argentina. Eso, unido a la gran devaluación y a la hiperinflación de ese entonces motivó que empezaran a producir imitaciones de las prendas de las grandes marcas para lograr sobrevivir.
En ese contexto se inicia la feria en puente 12 donde se vendía en el piso porque no se tenía un lugar fijo, y al principio se vendía más mercadería de contrabando que se traía de Brasil y Bolivia, y también comenzaron a vender comida típica boliviana con la participación de grupos folclóricos bolivianos que le daban el aspecto de una feria informal al más puro estilo boliviano.
“Todo era muy informal y los inspectores municipales y la policía siempre andaban corriendo a los feriantes porque no estaba permitido vender ahí. Me acuerdo como las señoras corrían con sus ollas de comida y todos teníamos que ayudar a mover las cosas. Estábamos todos los lunes desde las 2 de la madrugada hasta las 5 de la tarde del día siguiente, eran tiempos difíciles pero había que buscar la manera de subsistir”, rememora.
Es así que el dueño del predio de las antiguas piscinas de Puente La Noria, les ofreció alquilarles el predio de 6 hectáreas para que pudieran funcionar ahí. En ese momento ya eran cerca de 280 comerciantes principalmente del rubro textil que tenían sus comercios en la zona y luego con el tiempo armaron una sociedad anónima para poder comprar el predio en el año 1991 con el nombre de Urkupiña, aunque seguían en la informalidad. Desde 1995 se comenzó a ordenar y controlar el pago de impuestos para que tras muchos años de conflicto entre feriantes y autoridades se conviertiera en una feria legal con su debido pago de impuestos.
En el año 1995 cerca del 90% de los feriantes de Urkupiña eran de origen boliviano. Ese mismo año la cooperativa Urkupiña compra el predio ferial conocido como Ocean, con otra administración, y en 1998 se crea Punta Mogotes que es administrado por el argentino Jorge Castillo, en otra parte colindante con la Feria Urkupiña. Después se fueron constituyendo las ferias exteriores a cielo abierto, la más grande conocida como de La Ribera, además de otras más pequeñas como La Valencia o La Antlántida, lugares donde todavía reina la informalidad.
“Con la crisis del 2001 fuimos un gran sostén de la economía porque se brindaba trabajo y la indumentaria que se producía. Mucha gente volvió a Bolivia porque aquí estaba muy mal la situación y nosotros íbamos sosteniendo la parte económica vistiendo a la gente. Así se continuó trabajando con altos y bajos hasta la actualidad”, concluye enfatiza Antezana orgulloso del trabajo que realizan para vestir a los argentinos.

LA PECULIARIDAD DE LA FERIA ATRAE A MUCHOS TURISTAS

Predios
En todo el predio se cuenta con alrededor de 20 hectáreas, de las cuales 6 son ocupadas por el predio Urkupiña, y de estas, solo dos están ocupadas en el galpón por los puestos de venta. el resto son estacionamientos, administración, e incluso se tiene una iglesia donde se realiza una gran celebración para la fiesta de la Virgen de Urkupiña.

Buses
Dentro de La Salada hay un gran estacionamiento que funciona como una especie de terminal de compras, e incluso oficinas para hacer envíos al interior. Mucha gente llega de países limítrofes como Brasil, Uruguay, Paraguay o Bolivia solo a hacer grandes compras mayoristas para en el mismo dia retornar a sus lugares de origen.

Administración
La administración funciona todos los días y siempre hay gente esperando a Enrique Antequera para hablar con él de negocios, pedir algún tipo de auspicio, o arreglar problemas y trámites del día en la venta de feria. La gran cantidad de impuestos que tienen que pagar le impide acometer obras de mejora.

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