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miércoles, 6 de marzo de 2013

El socialismo y la estatización, las consignas de su gobierno



El presidente venezolano Hugo Chávez izó la bandera del socialismo y extendió el papel del Estado en la economía con nacionalizaciones, asociaciones público-privadas y controles que debilitaron al empresariado y configuraron nuevas alianzas en el exterior con potencias emergentes como China, Rusia y Brasil.

Crítico acérrimo del capitalismo, al que acusó de “expropiar al pueblo” y ser “la condena de la raza humana”, Chávez procuró, especialmente durante la segunda mitad de su mandato, transformar a Venezuela en un Estado socialista. “Hemos asumido el compromiso de dirigir la revolución bolivariana hacia el socialismo del siglo XXI, que se basa en la solidaridad, la fraternidad, el amor, la libertad y la igualdad”, dijo al ser reelegido en 2006.

Tras obtener un nuevo mandato en 2012, para el que no pudo prestar juramento debido a su convalecencia en Cuba por un cáncer, el Estado comunitario y socialista se convirtió en el rumbo “irreversible” de su gobierno.

Su viraje hacia el intervencionismo económico se inició en 2003, tras una huelga en la compañía petrolera estatal PDVSA que golpeó con fuerza la economía de ese país, cuyos mayores ingresos proceden del crudo.

El férreo control de cambios que se mantiene hoy y las primeras medidas legales para fijar los precios de alimentos básicos como arroz, harina y leche, abrieron paso al creciente papel del Estado en la economía.

En coincidencia con el alza de los precios del crudo, Chávez impulsó en 2004 una serie de reformas legales que le permitieron elevar la renta petrolera vía impositiva y asumir, en los años siguientes, el control accionario de los proyectos energéticos cedidos en la década de 1990 a petroleras privadas nacionales y extranjeras, en la llamada “apertura petrolera” a las multinacionales. “El desmontaje de la apertura petrolera nos permitió configurar una nueva escena fiscal con más ingresos para la inversión socio-productiva”, explicó a la AFP Rodrigo Cabezas, exministro de Finanzas de Chávez.

Con la consigna “El petróleo ahora es de todos”, el líder armó una estructura de fondos parafiscales que le permitieron servirse de ingentes recursos para apuntalar políticas sociales y financiar la ola de nacionalizaciones que caracterizaron su política económica o su influencia en el exterior.

Chávez ordenó la recuperación de más de 2,5 millones de hectáreas de tierras de manos privadas al igual que nacionalizaciones en sectores estratégicos como el siderúrgico, alimenticio, eléctrico, el de telecomunicaciones, del cemento o el bancario. La acería argentina Sidor, la cementera mexicana Cemex, el español Banco Santander o los supermercados Éxito con participación accionaria francesa, son algunos de los nombres más relevantes en esta serie de expropiaciones.

En paralelo, también con recursos del Estado, se promovió la creación de cooperativas, empresas cogestionadas y de producción social como nuevas formas de “propiedad solidaria”.

“Se trataba de desmontar los monopolios, oligopolios y latifundios, no de acabar con la propiedad privada”, defendió Cabezas. Pero el sector privado, cada vez con menos margen de acción debido a los controles y la galopante inflación, percibió en el crecimiento expansivo del Estado chavista, que ya para el 2009 alcanzaba más del 30% del PIB, una amenaza para su propia supervivencia.

“El socialismo es así, trata de apoderarse de los medios de producción y en el caso venezolano no fue diferente. El Gobierno nunca se planteó crear sino tomar lo creado”, declaró a la AFP el economista José Guerra.

A esto se agregaron cambios con sus socios externos. Enfrentado en lo político con EEUU, su principal socio comercial, el gobierno de Chávez comenzó a mirar a nuevos mercados más en sintonía con su línea ideológica como China, Rusia y Brasil. China, que hasta hace poco no figuraba en el mapa económico de Venezuela, es ahora el segundo destino del petróleo nacional y uno de sus principales financiadores, gracias a una serie de acuerdos por los que el gobierno chavista logró préstamos por más de $us 30 mil millones a cambio de crudo.

Indicadores destacados

Oficiales

Según datos del propio Chávez, el Banco Central de Venezuela, el Instituto Nacional de Estadísticas, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y Naciones Unidas.

PIB

1999: $us 91 mil millones

2012: $us 320 mil millones

Inflación

1999: 20%

2012: 20,1%

Deuda externa

1999: $us 37.016 millones

2011: $us 95.602 millones

Desempleo

1999: 14,9%

2012: 5,9%

Pobreza

1999: 49,4%

2012: 29,5%

Indigencia

1999: 21,7%

2012: 11,7%

Distribución del ingreso

1999: el 3,6% de los recursos llegaba al 20% más pobre y 54% al 20% más rico.

2010: 5,4% llegaba a los más pobres, y 45,2% a los más ricos.

Desigualdad

1999: 0,46

2011: 0,39

Analfabetismo

1999: 9,1%

2011: 4,9%

Índice de Desarrollo Humano

2000: 0,656

2011: 0,735 (está en el puesto 73 de 187 países)

Esperanza de vida

1999: 72,94

2010: 74,2

Mortalidad (menos de 5 años por cada mil)

1999: 19,15

2011: 13,95

PIB crece, pero la inflación asfixia

El Producto Interno Bruto (PIB) venezolano, que se ubicó en $us 91 mil millones durante 1998, pasó a 328 mil millones en 2012, empujado, principalmente, por el incremento del gasto fiscal. Pero con todo, el gobierno de Hugo Chávez no logró controlar la elevada inflación ni evitar la escasez cíclica de productos básicos, cuyos efectos acaban sintiendo las clases populares que su gobierno pidió proteger.

A la vez, el país, con una moneda sobrevalorada por efecto del control del cambio pese a ser devaluada en diversas ocasiones —la última este febrero—, se hizo muy dependiente de las importaciones, en especial de los productos agrícolas. “La economía sí creció pero no tanto como hubiese podido si se considera la extraordinaria masa de recursos que recibió el país por vía del petróleo”, estimó el economista José Guerra.

Para su colega Pedro Palma, las políticas “intervencionistas y controladoras” debilitaron al país al hacerlo menos atractivo para las inversiones, pero legaron una conciencia social que en el futuro no dejará de tener peso sobre la economía”.

“Por una cantidad de desequilibrios en la economía, Nicolás Maduro (heredero político de Chávez) probablemente tenga que ser más pragmático y acceder a la reforma del control cambiario y a mejorar las relaciones con el sector privado”, consideró Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica.

Las ‘misiones’ fueron su vínculo con la gente

Las misiones sociales para ayudar a los más vulnerables de Venezuela se convirtieron en la conexión material y emocional entre los pobres y el fallecido Hugo Chávez, quien impulsó así su obra más reivindicada y altamente costosa.

Aconsejado por el líder cubano Fidel Castro, Chávez lanzó en 2003 las primeras misiones para afrontar una peligrosa caída de su popularidad, cristalizada en un fallido golpe de Estado en 2002 y en la preparación de un referendo revocatorio de su mandato, que finalmente derrotó en 2004.

Con el apoyo de miles de especialistas cubanos que llegaron a Venezuela como parte de la alianza Caracas-La Habana, el Mandatario lanzó el programa Barrio Adentro para la atención primaria de salud en las zonas más pobres, y luego el plan de alfabetización Robinson. Se aplicaron más de 30 misiones en salud, educación, alimentación, deporte, empleo, vivienda, agricultura y seguridad.

En principio los programas eran una “solución electoral para afrontar la situación adversa” del revocatorio, pero luego se instauraron como el “brazo social” de su gestión, dijo a la AFP la socióloga Yolanda D'Elia, consultora del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales.

Chávez asumió en 1999 en una Venezuela riquísima en petróleo pero con la mayoría de su población en la pobreza. Así, su discurso se centró en “distribuir la riqueza petrolera” y a “gobernar para los pobres”. Con ese mensaje, creó junto a las misiones un muy criticado “mecanismo paralelo” al aparato estatal para disponer de forma “rápida” y “sin trabas burocráticas” de los recursos, relató D'Elía.

Gracias a los enormes excedentes de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), el Mandatario pudo financiar las misiones sin la fiscalización de ningún organismo. Sólo en los últimos dos años, se destinaron unos $us 23 mil millones a las cinco “grandes misiones” para la construcción de viviendas, los desempleados, los subsidios a madres y ancianos pobres y la reactivación de la producción agrícola.

Al cabo de casi una década de su creación, durante la campaña con la que logró su reelección para un tercer mandato en octubre de 2012, el gobernante celebró los programas porque ayudaron a “sacar de la miseria” a tres millones de venezolanos y se convirtieron en el “corazón” de su revolución bolivariana. “Las misiones son un gran esfuerzo histórico. Las misiones sociales, socialistas, se han convertido prácticamente en el corazón del proceso bolivariano”, expresó en un mitin, afirmando que dos tercios de los venezolanos se beneficiaron de alguna de ellas.

Así, la denominada “Gran Misión Vivienda”, con la cual aspiraba a cubrir el déficit de tres millones de casas hasta 2019, se convirtió en su punta de lanza durante la última campaña.

Precisamente por su potencial electoral, el analista José Vicente Carrasquero estimó que cualquier sucesor de Chávez buscará mantenerlas. “Mientras el precio del petróleo lo permita, el chavismo mantendrá las misiones. Es un asunto clientelar que durará y será potenciado, especialmente si hay nuevas elecciones a la vista”, aseguró.

Pese a que no existen datos contrastados sobre el impacto de las misiones entre los más vulnerables, según la CEPAL, la indigencia en Venezuela bajó de 21,7% en 1999 a 11,7% en 2012, y la pobreza pasó de 49,4% a 29,5% en igual periodo.

Los principales logros de los programas fueron la “inclusión de los pobres y la identificación de sus problemas, así como acercarlos a la participación en las políticas sociales”, dijo Luis Pedro España, catedrático de la Universidad Católica Andrés Bello.

Con la ayuda social, miles de amas de casas pobres se convirtieron en microempresarias, juntas comunales fueron financiadas para montar negocios y cientos de campesinos comenzaron a producir sus tierras. Se generó “un nexo simbólico-emocional y material” con los sectores populares, que no habían recibido asistencia del Estado y a ello respondieron con lealtad, acotó D'Elia.

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