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domingo, 11 de noviembre de 2012

Japón marca historia en Bolivia

MEMORIAS | LA SOCIEDAD nipona HA EDITADO UN LIBRO QUE NARRA CÓMO LLEGARON A BOLIVIA LOS PRIMEROS JAPONESES. UNA HISTORIA AGRIDULCE QUE LE HA ENSEÑADO MUCHO AL PAÍS.

Escrito en español y en japonés, el libro “90 años de Historia de la Sociedad Japonesa de La Paz” ha sido publicado para recopilar cada uno de los capítulos que se han escrito desde 1899, cuando los primeros japoneses llegaron a Bolivia. Hoy, convertidos en una numerosa comunidad que ha echado fuertes raíces en el país, los descendientes de esos primeros inmigrantes han decidido contar su historia a través de esta publicación, en la que han colaborado historiadores, sociólogos, y los socios y anteriores presidentes de la Sociedad Japonesa fundada en 1922, con la principal motivación de ayudar a los compatriotas japoneses en situación de necesidad y gestionar el apoyo para los trámites legales de los inmigrantes que querían quedarse en Bolivia.

Con casi un siglo, hoy la Sociedad Japonesa está constituida en su mayoría por socios bolivianos con ascendencia japonesa (Nikkei), quienes tienen como lengua materna el español. Su administración se encuentra en transición de manos de los socios japoneses (Issei) a los socios bolivianos de segunda generación (Nisei) y tercera generación (Sansei), y prioriza las actividades culturales, la formación intelectual de sus asociados, las obras filantrópicas y otras actividades incluyendo desde cursos de origami hasta torneos deportivos.

En base a los libros de actas conservados a lo largo de los 90 años, se han ido reuniendo los datos que conforman el libro que fue publicado con el apoyo de la Cooperación Japonesa (JICA). La compilación de este libro se realizó con el apoyo del cooperante técnico Takuro Shibasaki, quien viene desempeñando actividades en la Sociedad Japonesa de La Paz como jefe redactor, a través del “Programa de Cooperantes Técnicos” (voluntarios) de JICA.

La Sociedad Japonesa de La Paz es una entidad especial entre las asociaciones japonesas del país, por su ubicación en la primera ciudad de Bolivia. “Probablemente sus socios no han vivido las duras experiencias de los primeros inmigrantes en la región amazónica de los Departamentos de Beni y Pando, ni de aquellos inmigrantes agrícolas que llegaron a desarrollar las selvas vírgenes de las actuales Colonias San Juan y Okinawa en el Departamento de Santa Cruz. Pero, a través de las líneas de este libro se evidenciará que han vivido otras experiencias, no menos difíciles, por residir precisamente en esta ciudad, que es la sede política de nuestra querida Bolivia que ha tenido una historia llena de drásticos cambios políticos y sociales. De manera particular, es difícil imaginar los sacrificios que les tocó vivir a aquellos antepasados que residían en Bolivia cuando el Japón ingresó a la Segunda Guerra Mundial y se rompieron las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Japón, hasta su restablecimiento después de la firma del Tratado de Paz de San Francisco. Se puede decir, sin duda alguna, que la actual Sociedad Japonesa existe gracias a los esfuerzos y sacrificios de los antepasados, y gracias a ellos lograron consolidar las relaciones de confianza y amistad en la sociedad boliviana”, dice Santiago Atsuro Nishizawa, actual presidente de la Comisión de la Historia de los 90 años Sociedad Japonesa de La Paz.

Por su parte, el embajador Toshio Watanabe asegura que “Las buenas relaciones mantenidas entre Japón y Bolivia, gracias a la actividad de estos inmigrantes, está por dar un nuevo salto. Debido a que Bolivia es un país rico en recursos naturales como el litio, minerales, gas natural, entre otros, y últimamente las relaciones económicas entre ambos países están siendo el punto de atención, además de que el 2014 se celebrará el centenario de las relaciones amistosas entre Japón y Bolivia, estoy convencido que las relaciones se profundizarán aún más entre ambos países.”

ACTIVIDADES

Luego de la Segunda Guerra Mundial y a pesar de haber sido deportados por el gobierno boliviano, aquellos ciudadanos japoneses que regresaron a Bolivia fortalecieron la Sociedad Japonesa y apoyaron constantemente con donaciones como frazadas por ejemplo, a instituciones como el Hospital General, muy usado por los ciudadanos japoneses, apoyaron la construcción del Pabellón Japonés en la Ciudad del Niño, el Jardín Japonés y la construcción del edificio de la Sociedad Japonesa, donde también funciona el Centro Cultural Boliviano Japonés.

También han organizado el concurso Miss Nikkei Bolivia, varios torneos de béisbol, y han apoyado en trabajos como la instalación del Observatorio de Chacaltaya, o el acceso al canal NHK, sigla del canal estatal japonés. Dentro de la Sociedad, también funciona la Escuela de Idioma Japonés.

Hoy, la Sociedad Japonesa tiene 138 miembros entre japoneses, Nikkeis de segunda y tercera generación, funcionarios de la Embajada y funcionarios de JICA. Aunque ha disminuido el número de socios, hay mayor variedad, el reto que asume es el de mantener sus actividades y transmitir el legado de historia de los antepasados a las futuras generaciones.

INFLUENCIA DECISIVA

La influencia de la comunidad japonesa ha sido determinante para el desarrollo agrícola de Bolivia. Sus conocimientos técnicos y su constancia, han permitido que colonias como las de Okinawa y San Juan, ubicadas en Santa Cruz sean de las más productivas en el país.

"Desde 1960 hasta el año pasado Japón ha colaborado con 1.666 millones dólares en lo que respecta a la educación, salud, construcción de un hospital, financiamiento para el ferrocarril, inauguración de centros educativos, agua potable, riego y caminos vecinales", explica Toshio Watanabe, embajador de Japón en Bolivia.

En 2009 destinaron 34 millones de dólares y en 2010 el monto subió a 47 millones.

Los agricultores trabajan en cooperativa, la Cooperativa Agropecuaria Integral Colonias Okinawa (Caico), la cual recibe aproximadamente 85 mil toneladas de granos entre arroz, trigo, sorgo, maíz y soya. Caico también produce queso y trabaja con 6 mil litros de leche por día. Mediante una resolución ministerial en 2002, se declaró a la Colonia Okinawa como la “capital triguera de Bolivia”. En 1953 el Gobierno nacional concedió a los inmigrantes japoneses un terreno de 10 mil hectáreas en Santa Cruz. Los primeros llegaron al año siguiente y desde entonces hasta la decimonovena inmigración se asentaron en la actual colonia Okinawa.

(Con datos de JICA, El Día, Sociedad Japonesa)















Una larga historia

Atraídos por el auge de la goma, los primeros japoneses llegaron a Bolivia en 1899. Era un grupo de 93 personas que se asentaron a orillas del río Madre de Dios. El trabajo era duro y las condiciones insoportables. La mayoría de estos inmigrantes fueron contratados como recolectores de goma, aunque por las difíciles circunstancias muchos renunciaron y regresaron al Perú, de donde habían cruzado la frontera. Los que quedaron se establecieron en diferentes zonas de la Amazonía donde el auge de la goma fue decayendo, por lo que los inmigrantes japoneses debieron dedicarse a otros oficios, algunos se establecieron en Riberalta, otros regresaron a Perú y una mayoría se dispersó dentro de Bolivia entre Trinidad, Cobija, Cochabamba, La Paz, Santa Cruz y Oruro, donde se dedicaron al comercio, peluquerías y restaurantes. Otros japoneses fueron empleados en la empresa inglesa que construyó la vía ferroviaria de La Paz a Arica y de Oruro a Antofagasta.

Una vez establecidos y económicamente sólidos, la mayoría de estos inmigrantes llamaron a sus parientes y los trajeron desde Japón. Con el tiempo estas personas conformaron la Sociedad Japonesa de La Paz.

Como institución, la Sociedad Japonesa ha tenido varios roles que han afianzado aún más las relaciones entre Japón y Bolivia, como la colecta de donaciones a nombre de los miembros de esta para los combatientes bolivianos de la Guerra del Chaco, aunque luego el gobierno boliviano deportara a 29 ciudadanos japoneses a campos de confinamiento en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Durante ese periodo se determinó cerrar temporalmente la Sociedad Japonesa, dada la persecución de la que eran objeto sus miembros. Este cierre duró siete años, hasta la reposición en 1952 de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Aquellos que se quedaron en el país fueron prohibidos de realizar negocios, se les decomisó la mercadería y se les cerraron las cuentas bancarias aunque sí podían comprar terrenos, por lo que muchos de ellos se dedicaron a la agricultura. Terminada la guerra, sólo siete de esos 29 japoneses deportados decidieron regresar a Bolivia.

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