El Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante 71 años (entre 1929 y 2000), retorna al poder después de 12 años.
Con la votación de ayer, los mexicanos han puesto fin a 12 años de gobiernos del Partido Acción Nacional (PAN).
El PRI, que fue desalojado de la residencia oficial de Los Pinos el año 2000, se ha convertido en este tiempo en un verdadero partido político y no en la agencia electoral de la “dictadura perfecta”, como calificó Mario Vargas Llosa al régimen priista.
Pese a su derrota de entonces retuvo un enorme poder territorial –gobierna en 19 estados y en las elecciones del domingo ganó además Jalisco y Chiapas- y se favoreció por el espacio vacío dejado en el centro político por una derecha y una izquierda que no han sabido modernizarse.
Según analistas, se ha convertido en “una alternativa para los sectores sociales cautivados por el populismo” como ha escrito el sociólogo Roger Bartra, y ha hecho valer su experiencia de gobierno y su carácter mediador por encima de las acusaciones de corrupción.
Entretanto el PAN fue fundado en 1939 y, según analistas, no supo estar a la altura de las expectativas de los votantes mexicanos. El país que les entregó el poder el 2 de julio de 2000 nunca vio caer a ningún “pez gordo” del PRI en las redes de los fiscales anticorrupción nombrados tanto por Vicente Fox como por Felipe Calderón, presidente cuyo ejercicio concluye el 1 de diciembre próximo, cuando jurará quien resulte ganador este domingo.
A los panistas hay que acreditarles, sin embargo, que en estos 12 años han surgido el Instituto y la Ley Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental, entre otras instancias de evaluación.
Ese robustecimiento del marco de rendición de cuentas contrasta con episodios de falta de voluntad de estos mismos gobiernos de someterse al escrutinio público.
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