La exmandataria Michelle Bachelet, quien se postuló de nuevo a la presidencia de Chile, se encontró con un país que en sus tres años de ausencia ha vivido un despegue económico y una constante movilización social.
Bachelet, a la que todas las encuestas dan el triunfo en las presidenciales de noviembre, fue recibida como la única carta con opciones de la baraja de la oposición, que cuenta con una baja valoración y que además no ha experimentado la renovación prometida en estos cuatro años de alternancia.
Enfrente tendrá a dos precandidatos de la derecha que tratarán de dar continuidad al gobierno de Sebastián Piñera y que además esperan interpelar a Bachelet sobre los baches de su administración, en especial en lo relacionado con su gestión de la educación y la fallida alerta de tsunami de 2010.
La exgobernante (2006-2010) mantuvo el silencio sobre la contingencia interna y sus planes políticos desde que abandonó el país en septiembre de 2010, seis meses después de dejar La Moneda, para asumir la dirección de la entonces naciente ONU Mujeres.
Contexto. Sin embargo, al arribar a Chile, Bachelet, una médico cirujana, pediatra y epidemióloga que domina seis idiomas, casada dos veces y madre de tres hijos, dijo: “Hay muchas cosas por hacer para que nuestro país sea mejor (...). Yo quiero contribuir a generar las condiciones para que Chile sea más justo, más solidario, más igualitario y más participativo”.
Una vez formalizada su candidatura, el gran interrogante es cómo hará frente a los nuevos movimientos sociales que han alzado la voz en estos tres años, desde los estudiantes hasta los ecologistas, pasando por los ciudadanos de las regiones aisladas y, desde hace mucho más tiempo, por los pueblos originarios.
Muchos de ellos acusan a los gobiernos de la Concertación —la coalición de centroizquierda que dirigió el país entre 1990 y 2010— de mantener el sistema neoliberal, implantado por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y germen de la fuerte desigualdad que ha estallado en forma de protestas.
Por otra parte, Bachelet llegó a un país que en tres años ha vivido un envidiable auge económico, con tasas de crecimiento cercanas al 6%, una baja inflación (1,5% en 2012) y un desempleo que ronda el 6%, como ejemplos de una administración mejor que la suya en lo económico, aunque la pobreza y la desigualdad siguen siendo una asignatura pendiente.
Ese es el principal capital político de Piñera, que intentará dejar el poder en manos de los dos precandidatos de la derecha, ambos con menos del 15% de aprobación. Bachelet competirá en las primarias, fijadas para el 30 de junio, con otros tres aspirantes de la Concertación, aunque todos ellos obtienen porcentajes inferiores al 4% en los sondeos.
De acuerdo con la última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), un 53% votaría por Bachelet si las elecciones presidenciales fueran el domingo, mientras su aprobación supera el 70% en diversos sondeos.
Una reforma social que incorporó a millones de chilenos hasta entonces marginados a beneficios estatales en seguridad social, salud, vivienda y educación, y su presencia constante en cada rincón del país para escuchar a la gente, son el legado de su gobierno.
También pensiones para las amas de casa, bonos acumulativos para las madres, vacaciones para los adultos mayores, la multiplicación de guarderías y jardines infantiles, de la alimentación escolar y de becas estudiantiles y mejores viviendas sociales.
En su último discurso, en el que oficializó su candidatura, Bachelet hizo hincapié en la necesidad de “combatir la desigualdad” y también admitió que durante su presidencia “quedaron reformas sin hacer”.
Además, reconoció que existe un creciente malestar en la ciudadanía puesto de manifiesto en los últimos dos años en masivas movilizaciones por conflictos estudiantiles, regionales y medioambientales. “Éste país ha cambiado. Chile tiene una ciudadanía más madura y más empoderada. Las personas están cansadas de los abusos de poder”, subrayó. “Yo voy a promover diálogos y encuentros para que el programa de esta campaña tenga el sello de la ciudadanía”, agregó la expresidenta.
Diferencias entre los gobernantes
Piñera
A diferencia de Michelle Bachelet, Sebastián Piñera es percibido como frío, distante y soberbio. Las altas expectativas que generó al inicio de su gobierno, al que dijo accederían sólo “los mejores”, le habrían pasado la cuenta.
Bachelet
“Los chilenos quieren a Bachelet por los mismos motivos que no quieren a Piñera. Aprecian su sencillez, la horizontalidad en sus relaciones, su preocupación genuina por los desvalidos y una particular sensibilidad hacia ellos”, según el sociólogo Eugenio Tironi. AFP
Chilenos no quieren a Piñera por 7 motivos
El País
La baja popularidad del presidente de Chile, Sebastián Piñera, responde a siete causas relacionadas con factores sociales, pese a que la economía del país crece en un 6% y el desempleo se encuentra en sus niveles más bajos.
Existen, según expertos y analistas chilenos, siete claves para entender por qué los chilenos no quieren ya al Presidente que ellos mismos eligieron democráticamente en enero de 2010, tras 20 años de gobiernos de centroizquierda.
Estos motivos son: su personalidad “histérica” (los chilenos no tienen ninguna conexión emocional con él); las altas expectativas incumplidas y su soberbia tras ganar las elecciones de 2010; el menosprecio de la política (decidió prescindir en su gestión de los políticos de profesión); las ansias de popularidad (lo que provocó rechazo); las obras de su gobierno (no ha tenido éxito en salud ciudadana y orden público); el no tener grandes aliados (ni siquiera lo respalda toda la derecha chilena); y la gente se hartó de los abusos del Gobierno frente a las protestas sociales.
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