Corea en su totalidad ha sido un espacio de invasiones desde el exterior. Japón la invadió ya desde el siglo XVI. La última invasión nipona data de 1905. Durante estos períodos, la sucesión de guerras no ha cesado y en gran parte del siglo XX es vertiginosa. El espacio disponible en nuestro suplemento no permite un examen detallado, sino limitado a las líneas maestras del conflicto que no deja de sacudir la península coreana, y en varias coyunturas amenazó al mundo con un desencadenamiento nuclear.
Orígenes del Conflicto
En términos histórico generales, el territorio coreano ha sido a lo largo de los siglos el teatro de sucesivas luchas entre los ejércitos mongoles, las dinastías locales y las chinas. Entre los siglos XVI y XVII, bajo la dinastía Yi, el país se enfrentó a las invasiones japonesas. Las relaciones entre Corea y Japón se han visto tradicionalmente teñidas por la sangre de estos conflictos y el odio racial.
Japón ocupó militarmente Corea en 1905, tras vencer en la guerra a China y Rusia, aisló ese país completamente del mundo exterior y sometió a su población a crueles excesos y vejaciones. En 1910, Japón lo transformó en su colonia. Ese mismo año nació el movimiento guerrillero liderado por Kim il Sung, que durante 15 años hostigó a los invasores. Con el apoyo soviético, Kim il Sung expulsó a los japoneses de Corea durante la Segunda Guerra Mundial, mientras el sur del país era ocupado por las tropas norteamericanas de MacArthur. Al terminar la guerra, culminaron cuatro décadas de dominio japonés, que dejaron una secuela de destrucción y caos.
La guerra de Corea 1950-1953
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y tras la rendición incondicional del imperio japonés, los estadounidenses dividieron la península en el paralelo 38, el norte quedó ocupado por tropas soviéticas y el sur por tropas estadounidenses.
El 25 de agosto de 1948, una asamblea popular proclamó la República Popular Democrática de Corea (RPDC) en la zona norte de la península, y Kim il Sung fue designado primer ministro. Meses antes, en el sur, bajo control norteamericano, había accedido al poder el derechista y dictador Syngman Rhee, un político leal a EEUU. Los dos hechos profundizaron la división del país en dos unidades antagónicas política e ideológicamente.
El Consejo de Seguridad, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, estaba compuesto por EEUU, Reino Unido, Francia, la China Nacionalista (no la comunista) y la Unión Soviética. Stalin, en protesta por la exclusión de la China Comunista, decidió boicotear el Consejo de Seguridad. EEUU, aprovechando la ausencia soviética, logró una resolución que le permitió enviar sus tropas a territorio coreano bajo la bandera de las Naciones Unidas, además de las tropas que ya mantenía allá. En junio de 1950 estalló la guerra de Corea. Durante esta guerra, el general Douglas MacArthur quiso emplear las armas atómicas contra la República Popular Democrática de Corea. Cinco años atrás, su presidente, Harry Truman, había ordenado el bombardeo nuclear de Nagasaki e Hiroshima. Pero en esta ocasión no lo permitió.
En sus 27 meses de duración, la guerra causó una gran destrucción, más de cuatro millones de muertos e infligió a Estados Unidos un gran desgaste militar.
Latinoamérica y la Guerra de Corea
El 27 de junio de 1950, el Secretario de la ONU realizó una petición de ayuda para las fuerzas aliadas desplegadas en la península. Independientemente de otras participaciones, se esperaba que de América Latina México, Argentina y Brasil colaboraren con un regimiento, y que de los demás cada uno aportaría con una compañía; muchos países del continente denegaron esta ayuda porque consideraban que en el fondo se trataba de una lucha entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Pero, el 30 de junio, el gobierno colombiano de Laureano Gómez Castro ofreció una unidad naval a las fuerzas aliadas, y dos semanas más tarde agregó a su compromiso un batallón de infantería. Aunque hubo participación de parte de Puerto Rico, no se lo puede considerar como un apoyo latinoamericano, sino estadounidense, por la situación de dependencia de ese país.
El armisticio que no puso fin a las hostilidades
Aunque fueron militares de EEUU los que negociaron el armisticio, lo hicieron en nombre de las Naciones Unidas, dicho en otras palabras, fueron las Naciones Unidas las que firmaron el armisticio junto con la parte soviética, la china, la norcoreana y la surcoreana. El acuerdo en general establece una línea divisoria, el paralelo 38, con una faja desmilitarizada de 2 kilometros a cada lado del paralelo, el intercambio de prisioneros y la retirada de todas las tropas extranjeras presente en la península. Los soviéticos cumplieron, pero EEUU, gracias a un pacto de ayuda mutua con Seúl, mantuvo su presencia militar y sus bases hasta hoy.
El dilema no solucionado de la RPDC
El armisticio no implicó el fin de las hostilidades, sino la guerra propiamente dicha. Las escaramuzas y estallidos bélicos locales han sido constantes. La situación a partir de entonces es diferente entre una Corea y la otra.
Corea del Sur ha tenido su pacto de ayuda mutua con EEUU y otros tantos acuerdos de todo tipo, incluidos acuerdos militares, como la presencia de bases militares de Washington, que incluye el estacionamiento de armas nucleares, navales, aéreas y terrestres.
La RPDC en cambio no dispone de ninguna alianza o pacto militar que le dé un margen de seguridad. Las Naciones Unidas entonces como ahora no son una garantía real del armisticio firmado. Desde el período de Kim il Sung hasta el de su nieto Kim Jong-un, la obsesión de Pyongyang ha sido poner fin a este acuerdo de armisticio y sustituirlo por un tratado de paz. Frente a la ausencia de cualquier garantía, las autoridades norcoreanas ven en el tratado de paz una mínima garantía. En este contexto, abogaron constantemente por abrir negociaciones para la reunificación de las dos Coreas.
De este modo, en 1990 se realiza el primer encuentro en Seúl de los primeros ministros del sur y del norte, desde la división de Corea en 1945. En 1991 se logra un Acuerdo de Reconciliación, de No Agresión y de Reconocimiento. En 1992 se consigue el acuerdo sobre una desnuclearización de la península. En 1994, ya muerto Kim il Sung, se logra el acuerdo, en Ginebra, entre Washington y Pyongyang, que acepta congelar su programa nuclear.
No hubo una continuidad progresiva en este camino más o menos conciliador, sino algunos avances, pero muchos más retrocesos, siempre con la mira puesta en el tratado de paz y la reunificación, que en todo momento dependía de EEUU, no de los deseos y aspiraciones coreanas.
Situación actual
Sin perder de vista muchos detalles, se puede vislumbrar en los últimos años la multiplicidad constante de maniobras militares conjuntas entre EEUU y Corea del Sur, que son percibidas de parte de RPDC como amenaza directa a su propia seguridad y a su supervivencia como Estado.
El fenómeno se acrecentó a partir de la declaración en 2012 de Barack Obama de su doctrina militar sobre la Cuenca del Pacífico y la concentración de 60% de sus fuerzas navales en esa zona. Parece obvio que la finalidad de tal doctrina no es propiamente RPDC, sino las dos potencias vecinas: China y Rusia. Pero también está claro que EEUU utiliza la hostilidad hacia la RPDC para presionar a ambas potencias vecinas.
Aunque la Guerra Fría supuestamente haya terminado, su primer foco, que fue la Guerra de Corea a mediados del siglo pasado, parece que no ha terminado del todo. Un armisticio no es el final de una guerra, un tratado de paz puede serlo.
Rechazo a la guerra y votos por la paz y la vida
En este contexto, parecen normales y consecuentes las reacciones tanto de Moscú como de Beijing, de pedir moderación y autocontrol a todas las partes implicadas, pero sobre todo abogar por la vuelta a las negociaciones de seis bandas: Corea del Norte, Corea del Sur, Japón, EEUU, Rusia y China, como el instrumento negociador para lograr una salida negociada del conflicto, tal como lo reclama la carta de las Naciones Unidas y lo exige el derecho internacional.
Las potencias emergentes que integran el grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) se han pronunciado en el mismo sentido, condenando el uso de la fuerza, la amenaza de usar la fuerza y pugnando por la apertura de negociaciones. En términos generales, ésta ha sido más o menos la posición tomada por los países africanos y asiáticos.
AMÉRICA LATINA RATIFICÓ SU VOCACIÓN POR LA PAZ Y EL DESARME NUCLEAR EN EL MUNDO
Tanto individualmente como en conjunto, América Latina expresó su rechazo a las maniobras militares y amenazas de recurrir a la fuerza en el conflicto coreano. En Bolivia, la Cancillería del Estado Plurinacional señaló que su Gobierno es consecuente con su política pacifista y de apego a la cultura de la vida, y considera elemental la obligación internacional de los Estados de abstenerse de la amenaza del uso de la fuerza, tal como remarca un comunicado oficial de la Cancillería boliviana. Entre otras cosas, el comunicado señala que el Estado Plurinacional de Bolivia “exhorta a las partes a deponer actitudes y manifestaciones belicistas”, además expresa su interés porque ese conflicto, entre las partes involucradas, se solucione mediante el diálogo y los mecanismos de solución de controversias previstos por el derecho internacional.
Con anterioridad, el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, se unió al reclamo internacional contra la guerra en la península coreana, haciendo un llamado de cordura a Pyongyang y a Seúl, con la intención de que “prevalezca la paz”. Correa aseveró que Quito “siempre va a buscar que los conflictos se resuelvan por el diálogo, por métodos pacíficos, y rechazar cualquier llamado a la violencia, cualquier estado de guerra”. El mandatario puntualizó que Ecuador “ha apoyado la tesis de la desnuclearización de la península coreana y del mundo entero”.
Los pronunciamientos de Venezuela, Cuba, Argentina y la Celac han ido en la misma dirección, por el logro de una solución negociada y pacífica y a favor de un desarme nuclear mundial, transparente y verificable.
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