El turismo ha experimentado "tremendos cambios" en la última década, que se iniciaron con los trágicos sucesos del 11-S, de los que hoy se celebra el décimo aniversario, y continuaron con más atentados terroristas, desastres naturales, pandemias y la peor crisis económica vivida en los últimos 70 años.
Los ataques terroristas de 2001 tuvieron consecuencias no sólo en el mundo de los viajes, sino también en muchos otros aspectos de la vida, desde la política hasta la forma en la que "nos vemos unos a otros", dice a Efe el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Taleb Rifai, con motivo del Congreso sobre Ética y Turismo, que se celebra los próximos 15 y 16 de septiembre.
Después del 11-S, viajar es más complicado e incómodo debido al incremento de las medidas de seguridad, sobre todo en los aeropuertos, aunque también en otros modos de transporte, recuerda el experto.
Sin embargo, pese a los controles más estrictos que en ocasiones generan colas y retrasos, la gente se ha adaptado rápidamente y los viajes incluso han crecido en los últimos diez años, pasando de 680 a 940 millones de turistas internacionales en 2010.
Las nuevas medidas de seguridad, tan inconvenientes al principio, se han convertido ya en parte de la rutina de los pasajeros y, además, los controles se han empezado a simplificar, aduce.
Para Rifai, lo importante es que la gente entiende que la seguridad es algo que no se puede tomar a la ligera, pero, a su juicio, hay que buscar aún más equilibrio para que los usuarios se sientan seguros y a la vez tengan una experiencia positiva y placentera del viaje.
Según el responsable de la OMT, en la última década ha habido crecimiento en los viajes internacionales a todos los niveles, tanto en los de media y corta distancia, como en los de largo recorrido, por lo que, en su opinión, el papel de las compañías de bajo coste en dicho avance no ha sido decisivo.
En cambio, destaca que los viajes largos, que antes se consideraban bastante difíciles, casi como un reto, ya no lo son tanto y las distancias se empiezan a ver con otra perspectiva.
Hoy, el viajero puede ir de vacaciones a un destino a dos horas de avión o incluso a doce y la decisión de cambiar de un nivel a otro no es tan complicada, pues lo que se toma en cuenta no es la distancia a recorrer, sino lo que hay en el destino, lo que cuesta y cómo de enriquecedora será la experiencia.
Por eso, Rifai prevé que los viajes largos serán cada vez más populares, aunque reconoce que los actuales retos medioambientales pueden suponer algunas dificultades para su crecimiento.
Muchos países han empezado a aplicar tasas a los viajes de este tipo y es el principio de tendencias de las que todavía no se puede medir el impacto futuro.
A los impuestos se suma la crisis económica, que ha llevado a muchos consumidores a optar por destinos más cercanos a su domicilio y estancias más cortas, aunque Rifai confía en que esta tendencia no tenga un impacto a largo plazo, ya que, a medida que mejore la economía, la gente retomará los viajes largos.
Otra consecuencia clara de la crisis es que el viajero es ahora más exigente con lo que se le ofrece por el dinero que paga, transformación que ha empezado por un factor económico, pero no se detiene ahí.
"Una vez que la cultura de viajar cambia, ya no se puede volver atrás y se empieza a ver viajeros más cultos y selectos", refiere.
La tercera consecuencia "muy importante" de la crisis, explica Rifai, es la introducción de las nuevas tecnologías e innovación en el sector turístico que han cambiado la forma de viajar.
Actualmente, uno de cada tres viajes en el mundo se gestiona directamente con el proveedor a través de Internet y es posible acceder a una variedad de servicios mediante el móvil, tales como la compra de entradas, billetes o reservas de hoteles, y a la vuelta de las vacaciones, compartir su experiencia con otros internautas.
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