El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, condenó hoy con firmeza la ola de "atroces" atentados que ha causado al menos 62 víctimas mortales y 251 heridos en distintas ciudades de Irak, en la que es ya la jornada más sangrienta que ha vivido el país árabe en las últimas semanas.
"El secretario general condena enérgicamente la ola de ataques con bomba perpetrados hoy en distintas ciudades de Irak. Se trata de actos particularmente atroces al ocurrir durante el mes sagrado del Ramadán", señaló el portavoz de Ban, Martin Nesirky, en un comunicado distribuido en la sede de la ONU en Nueva York.
El máximo responsable de la ONU exhortó al pueblo de Irak "a rechazar esos intentos de incitación a mayor violencia en el país" y pidió a "todos los líderes políticos iraquíes que sigan trabajando unidos para lograr la paz a través del diálogo y la reconciliación nacional".
Ban mandó, asimismo, sus "más sinceras condolencias" a las familias de los fallecidos y deseó una "rápida recuperación" a las víctimas que han resultado heridas durante la jornada más sangrienta que ha vivido el país desde el pasado 29 de marzo, cuando 65 personas murieron en un asalto en la ciudad de Tikrit, al noroeste de Bagdad.
La ola de atentados de este lunes se produjo en distintas ciudades del país, aunque el más grave tuvo lugar en un mercado de Kut, al sureste de Bagdad, donde un artefacto explosivo y un coche bomba estallaron y causaron la muerte de 34 personas, informaron a Efe en Irak fuentes del Ministerio del Interior.
Además, 65 iraquíes, entre ellos mujeres y niños, resultaron heridos como consecuencia de las explosiones, que también dañaron las tiendas del mercado.
Entre el resto de atentados, destacaron también varios ocurridos en la provincia de Diyala, al noreste de Bagdad, donde 13 personas murieron y 33 resultaron heridas en una cadena de ataques que tuvieron lugar en distintas poblaciones.
Además, entre otros, al sur de Bagdad, un total de nueve policías fallecieron y otras 99 personas resultaron heridas en tres atentados en las ciudades de Nayaf y Kerbala, consideradas santuarios para los chiíes, que obligaron a las autoridades de la región a decretar el toque de queda.
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